La Opinión de A Coruña

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María Casares, Pedro Soler y Antonio Machado: música para un exilio

Una exposición en el Gaiás rescata el recital de la actriz gallega en Collioure en 1989

Pedro Soler y María Casares durante los ensayos del homenaje Archivo personal Pedro Casares

“Para enterrar a una persona, con envolverla en una sábana es suficiente”, escribió Antonio Machado. Y la frase se convirtió en su caso en profecía: con una sábana fue amortajado el poeta, por decisión de su hermano José mientras su madre agonizaba a su lado. La muerte le llegó en el exilio francés de Collioure, el 22 de febrero de 1939 mientras se desplomaba el frente republicano. Los visitantes se acercan hoy en día a la pensión donde pasó enfermo sus últimos días... y sobre todo a la tumba (donde siempre hay flores frescas). En 1989, a los 50 años de su fallecimiento, Collioure quiso homenajear a Machado con la participación de otras figuras del exilio español. Allí acudieron la actriz coruñesa María Casares y el músico Pedro Soler en un ejercicio de memoria que se convierte ahora en exposición, abierta al público en el Gaiás (Santiago) hasta el 28 de agosto.

El artista Pedro Soler. | // LA OPINIÓN

María Casares, Pedro Soler. Collioure 1989 rescata fotografías de aquel homenaje de 1989 y el archivo sonoro de los ensayos, comisariada por Carlota Ojea y dentro del festival Escenas do Cambio por el centenario de la célebre Casares. Desde Francia, Soler atiende a este diario a sus 84 años. De él dijo Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de Literatura, que “sus dedos son los cinco sentidos de la guitarra... la guitarra en sus manos, mira, oye, canta, siente y habla”. Nacido en Narbonne en 1938, Pedro Soler fue iniciado en el flamenco por andaluces exiliados en Toulouse, entonces capital de la España Republicana. Sobre María Casares recuerda que “la conocía y admiraba como todo el mundo aunque no personalmente, hasta que la ciudad donde estaba enterrado Machado quiso homenajearlo y me propusieron la celebración... dije que sí pero solo si participaba María”.

María Casares y Pedro Soler en el recital de 1989

María Casares y Pedro Soler en el recital de 1989 Archivo Personal Pedro Soler

Los días de ensayo giraron entre el trabajo y la cocina. “Ella era increíblemente sencilla y seria, pero también divertida y con mucho humor... con su famosa risa”, rememora el músico sobre la hija de Santiago Casares Quiroga (presidente del Gobierno de la República cuando estalló la Guerra Civil). En la preparación del recital, la actriz se mostró “abierta a todas las ideas y sugestiones, era un placer trabajar con ella y era muy buena cocinera”. Soler fue invitado tres días a la casa de campo de María Casares en Alloue, ahora convertida en residencia de comediantes. “Ella eligió los poemas y textos, trabajábamos de noche después de cenar... ella dedicaba el día al cine, yo a la guitarra, María preparaba la mejor tortilla del mundo y después ensayábamos el recital”, recuerda el artista.

De la voz de la Casares recuerda que “era increíble, hasta por teléfono era de morirse, como un violonchelo profundo y grave”. Soler le decía que era un sueño estar con ella y María solo quería ensayar con su música. Tiempo después, el artista (que ha grabado y actuado con su hijo Gaspar Claus, además de con Enrique Morente y Atahualpa Yupanqui) recibió una llamada que lo invitaba al “proyecto que me acerca a Galicia”. Su estrecha relación puede verse en el Museo Centro Gaiás, en A Cidade da Cultura.

“María nunca rechazaba lo que le proponían: era formidable”

Para esta exposición, Pedro Soler también aporta una grabación del recital “que daba casi por perdida”. Además hay carteles, fotos, cartas... “agradezco a Carlota Ojea la iniciativa porque ayuda a recuperar aquel homenaje” .

Especial aprecio siente por la foto en la que aparecen trabajando, él con lápices y ella fumando: “Se ve su sencillez, María nunca rechazaba lo que le proponían: era una mujer formidable”. Entre los andaluces exiliados que iniciaron en el flamenco a Soler figura el granaíno J.M. Rodríguez. El cantaor Jacinto Almadén se lo llevaría a Madrid, nombrándolo segundo guitarrista de su compañía Sonidos Negros. Sus maestros serían el primer guitarrista Pepe de Badajoz y la bailaora La Joselito.

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