La rebeldía más sabia

Cantante

Luz Casal, en una imagen promocional de su último trabajo discográfico,‘Las ventanas de mi alma’. // LCO

Luz Casal, en una imagen promocional de su último trabajo discográfico,‘Las ventanas de mi alma’. // LCO / Emma Riverola

Emma Riverola

Emma Riverola

Fuerza, desgarro y verdad. Eso, y mucho más es Luz Casal. La diva del rock. Una presencia arrolladora en el escenario. La representación de la mujer empoderada antes de que utilizáramos esa palabra. También la revelación de cierta fragilidad. Dice que no habla de política ni de religión, pero su sola presencia es toda una declaración política.

Casal (1958) nació en Galicia, pero se crió en Asturias. Ahí, a los 10 años, se subió por primera vez en un escenario. Le preocupaba lastimarse los pies, había olvidado ponerse los zapatos. Quizá de eso le viene esa desnudez que destila en cada interpretación. Todo suena a verdad en ella. Desde ese aparentemente frívolo canto a Rufino, hasta la hondura de los boleros, el conmovedor Piensa en mí o ese Loca tantas veces coreado como un trance.

Casal sabe mirar. Y su piel parece absorber todo lo que la rodea: paisajes, objetos y emociones. Una captura exacta del momento que después convierte en canciones. Quizá por eso es capaz de conectar con jóvenes y mayores. Quizá por eso cala tan hondo. Pura intuición apuntalada por una inteligencia reflexiva. La rebeldía más sabia.

Es la rockera desmelenada, pero también la diva sobria, honda. La mujer que puede destilar elegancia cuando quiere o transgresión cuando le conviene. No pide permiso, tampoco perdón. Quizá porque tuvo que abrirse camino en un mundo que no parecía hecho para ella. Durante años desterró la minifalda de su armario. En la viril atmósfera del rock, se negaba a ser el icono sexy que, además, canta. Ella era, es y será, ya por siempre, la artista.

Creció en el Avilés del carbón y el acero, donde sus padres habían migrado cuando ella era un bebé. Muy joven se integró en una pequeña banda de rock, Los Fannys, pero la llamada de Madrid resultaba irresistible. Eran los días de “Españoles, Franco ha muerto”, de la irrupción de artistas e intelectuales exiliados de la dictadura argentina, de los primeros brotes de una movida madrileña que actuaría como imán y espoleta del talento (o, al menos, de la libertad).

Casal grabó una maqueta que nadie consideró, pero consiguió colarse en el coro de Juan Pardo. Con él también hizo una de sus escasas incursiones en el teatro, interpretando a la cupletista Raquel Meller. En 1980 publicó su primer sencillo, El ascensor. Un año más tarde ficharía por la discográfica Zafiro, pero fue en 1989 cuando le llegó el gran éxito, con algunos de sus títulos más celebrados.

Éxito. Podría escribirse esa palabra en mayúsculas y con neón encarnado —el color que siempre lucen sus labios— para hablar de la obra de Casal. Ha vendido millones de copias en todo el mundo y ha sido reconocida con multitud de galardones. Tanto es la estrella invitada del especial televisivo del Año Nuevo Chino de 2015 con una audiencia de 700 millones de espectadores (¡y cantando en mandarín!), como recibe el título de Comendadora de las Artes y las Letras en Francia.

Casal asegura que su vida puede leerse en sus canciones. La suya y la de todos. Porque sus temas son himnos capaces de captar el estado emocional del momento. También inyecciones de moral ante las dificultades. La artista supo convertir los dos cánceres que atravesó en 2007 y en 2010 en lecciones de vida. Ni transmitió falsos triunfalismos ni se convirtió en superheroína, tan solo mostró a una mujer que, a pesar del dolor, se aferraba a la vida: “Mis venas están quemadas. Mis ojos vagos y llorosos. Mis huesos doloridos. Mis músculos lentos. Mi cerebro perezoso”, relató la cantante en un comunicado. Su sinceridad dio un espaldarazo a la normalización de la enfermedad. Nueve meses más tarde, Casal lanzó el undécimo disco de su carrera, Sé feliz era una de sus canciones.

“Hola, qué tal, soy Luz Casal”

“La alegría se disfruta y de las dificultades, se sacan lecciones”, es una de sus máximas. Quizá ese pensamiento es el que la impulsó durante la pandemia a llevar a cabo una iniciativa solidaria: llamar por teléfono a personas que estuvieran solas o enfermas. Más de 2.000 personas en 70 días. A descolgar, oían: “Hola, ¿qué tal? Soy Luz Casal”. A continuación, todo. Incredulidad, lágrimas, preocupaciones… emoción desbordante.

De la necesidad de comunicarse también versa su último trabajo, Las ventanas de mi alma (marzo, 2023). En él, la voz personalísima de Casal canta: “Dame tu mano, toma la mía, somos dos seres buscando salida de este universo cargado de ira…”. Pues eso, la rebeldía más sabia.