Investigación

Imanes en la cabeza para tratar la epilepsia en A Coruña

Científicos coruñeses estudian la aplicación de campos magnéticos estáticos para el control de esa dolencia | Tras ensayos exitosos en modelos animales, han empezado a probar la técnica en pacientes

De izquierda a derecha, Casto Rivadulla, Javier Cudeiro, Elena Madinabeitia, José Luis Pardo, Pablo Arias y Mariña Naya, parte del equipo del Grupo de Neurociencia y Control Motor (Neurocom) de la UDC, esta semana, en el Laboratorio de Fisiología de la facultad de Fisioterapia.

De izquierda a derecha, Casto Rivadulla, Javier Cudeiro, Elena Madinabeitia, José Luis Pardo, Pablo Arias y Mariña Naya, parte del equipo del Grupo de Neurociencia y Control Motor (Neurocom) de la UDC, esta semana, en el Laboratorio de Fisiología de la facultad de Fisioterapia. / Casteleiro/Roller Agencia

La sobreactividad de las células del cerebro,por una hiperactividad anómala de las neuronas que trae consigo una descarga excesiva de señales eléctricas, está detrás de los ataques, en forma de convulsiones, que sufren los afectados por la epilepsia. El tratamiento de esta dolencia, que padecen unos 27.000 gallegos, se fundamenta en terapias farmacológicas, no obstante, podría existir otra alternativa aún más eficaz, y sin los efectos secundarios de los medicamentos, consistente en la aplicación de campos magnéticos estáticos en el foco de inicio de la enfermedad en cada paciente. ¿De qué manera? Mediante un casco con imán de neodimio, un material con unas propiedades magnéticas muy potentes, justo en la parte de la cabeza en la que se pretende calmar la actividad de las neuronas. Investigadores del Grupo Neurociencia y Control Motor (Neurocom) de la Universidade da Coruña (UDC), coordinados por el doctor Juan Casto Rivadulla Fernández, estudian desde hace años la posible aplicación de esta terapia y, tras llevar a cabo exitosos ensayos en modelos animales, han iniciado un proyecto piloto para probarla en pacientes, con resultados (muy iniciales aún) “prometedores”.

El casco con el imán de neodimio que emplean los investigadores del grupo Neurocom de la UDC en  el proyecto piloto. |  // CEDIDA

El casco con el imán de neodimio que emplean los investigadores del grupo Neurocom de la UDC en el proyecto piloto. | // CEDIDA / María de la HUerta

Comenzamos la experimentación animal en 2018, y nuestros resultados se han recogido en sendos artículos en dos publicaciones científicas del grupo Nature y, más recientemente, en otro artículo en Experimental Neurology, la revista sin duda más potente en Neurología experimental”, apunta el doctor Javier Cudeiro Mazaira, catedrático de Fisiología, director del Centro de Estimulación Cerebral de Galicia y de la Cátedra HM-UDC e integrante del grupo Neurocom, que coordinó durante 20 años, hasta 2019. “El primer artículo publicado por el grupo Nature recogía los resultados de nuestra investigación en modelos de ratas con epilepsia, que fueron absolutamente fantásticos. A partir de ahí, comprobamos que el uso del imán de neodimio asociado con un antiepiléptico clásico —por ejemplo, el diazepam (Valium), que se utiliza mucho para cortar las crisis epilépticas— permite emplear ese fármaco en una cantidad mucho menor de la que sería necesaria (lo que implica reducir, también, sus efectos secundarios), y que las crisis epilépticas disminuían muchísimo más que con el medicamento solo. Estos resultados son los que exponíamos en la segunda publicación del grupo Nature”, detalla el doctor Cudeiro, quien subraya que el último artículo en Experimental Neurology, “se acerca ya a un modelo experimental de enfermedad en ratones, que replican muy bien el síndrome de Dravet”, una “epilepsia de la infancia absolutamente tremenda”. “Es un modelo genético, es decir, en ratones que tienen la misma mutación en un gen que los niños con esa dolencia, y el resultado fue estupendo también, porque se redujeron las convulsiones, disminuyó su duración y aumentó la supervivencia”, especifica.

Los exitosos ensayos en modelos animales han impulsado al grupo Neurocom de la UDC a iniciar un estudio piloto en pacientes con epilepsia focal. El proyecto, financiado por el Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS), se lleva a cabo en colaboración con los complejos hospitalarios universitarios de A Coruña (Chuac) y Santiago (CHUS), y con el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, y la “idea es muy simple”. “Sabemos que si ponemos un imán de suficiente potencia en una zona de la cabeza, la actividad neuronal justo debajo de esa zona disminuye. En la epilepsia, la actividad neuronal está anormalmente aumentada, y la idea es aplicar los imanes de neodimio en las zonas donde eso sucede para disminuirla”, señala el doctor Rivadulla, quien asegura que “el problema, al hablar de epilepsia” es que “se tiende a meter en el mismo cajón de sastre veinte cosas distintas”.

Hay epilepsias genéticas, de desarrollo, por un traumatismo... no obstante, la gente tiende a hablar de epilepsia sin diferenciar nada”, describe el coordinador del grupo Neurocom de la UDC, y especifica: “Lo que nosotros buscamos, ahora mismo, son pacientes con epilepsia focal. Hemos finalizado el protocolo en tres casos, lo hemos iniciado en otro y nuestra idea es llegar a una veintena, no obstante, nos está costando reclutarlos mucho más de lo que esperábamos, por varios motivos. El primero es que el tratamiento que aplicamos a los participantes en el proyecto se lleva a cabo durante un mes, en sesiones diarias de 30 minutos de duración. Esto implica que los pacientes tienen que visitar el hospital durante 30 días seguidos, y para muchos esto es incompatible con su rutina (porque trabajan, tienen hijos o viven en concellos alejados), de ahí que digan ‘no’ a tomar parte en el estudio. Además, influye el perfil tan específico de pacientes que necesitamos, al menos al principio, para tener un cierto control, porque al tratarse de una terapia experimental... Si funciona, fenomenal pero, si no es así, también queremos conocer el porqué. Y si seleccionamos un paciente de cada tipo, al final lo que tendremos será una muestra heterogénea que tampoco nos permitirá llegar a ninguna conclusión”.

Anticipa el coordinador del grupo Neurocom de la UDC que, si el proyecto piloto “funciona”, se pasaría a “otra fase”, en la cual “los pacientes se podrían llevar el tratamiento a su casa”, ya que “ponerse el casco con el imán no tiene ninguna complicación”, al igual que tampoco la tiene su aplicación. “Es muy sencillo, pero durante esta fase de estudio queremos estar muy seguros de que se ponen el casco con el imán todos los días, en el sitio correcto y durante el tiempo establecido. Somos conscientes de que, muchas veces, uno de los mayores problemas con los pacientes es la falta de adherencia a los tratamientos (aún consistiendo solo en tomar una pastilla, en ocasiones no lo hacen, o cuando se sienten bien, dejan de hacerlo). Por eso, en este caso, por lo menos en la fase de estudio, queremos que vengan al hospital durante un mes para aplicarles el tratamiento”, expone el doctor Rivadulla, antes de avanzar que “en dos de los tres casos estudiados hasta ahora” los resultados han sido “muy buenos”.

Sin efectos secundarios

“Además, no se ha reportado ningún efecto secundario”, resalta el coordinador del grupo Neurocom de la UDC, quien considera que, “si finalmente sale adelante”, el tratamiento de la epilepsia con campos magnéticos estáticos “tendrá muchísimo recorrido”. “Ahora jugamos en las peores condiciones posibles. Estamos dándonos tiros en el pie continuamente porque buscamos pacientes con un tipo muy concreto de epilepsia y que, además, no logran controlar la enfermedad con los tratamientos que existen en la actualidad”, indica el doctor Rivadulla, y recalca: “Necesitamos pacientes que sufran crisis, para evaluar si la terapia que nosotros les ponemos (porque no estamos modificando sus tratamientos habituales) las mejora. Estamos estudiando, por tanto, al grupo más complejo. Hablamos de pacientes que a lo mejor llevan 40 años con crisis y que no disponen de ningún tratamiento farmacológico capaz de controlárselas bien. Obviamente, sin esos medicamentos iban a tener muchas más pero, aún con ellos, no son capaces de eliminarlas, de modo que sufren 5,6 o 7 cada mes, y llevan así muchos años. Si en estos casos conseguimos disminuir las crisis o eliminarlas (como sucedió en uno de los que ya finalizaron el protocolo), ¿por qué no vamos a poder hacerlo en otros pacientes a los que los fármacos les funcionan mejor, y quizás reducir la cantidad que toman ahora, que es bastante elevada?”, plantea.

El proyecto, incide el coordinador del grupo Neurocom de la UDC, se lleva a cabo “en colaboración con el Chuac, el CHUS y el Hospital Gregorio Marañón de Madrid”. “El Servicio de Neurología es quien selecciona a los pacientes, y la labor de los compañeros de Neurofisiología Clínica es fundamental también, porque son quienes se encargan de realizar todas las pruebas de electroencefalograma para localizar el foco de la epilepsia y evaluar el efecto del tratamiento, porque no solo vemos su efecto en la clínica (es decir, en lo que sería el número de crisis que sufren los pacientes), sino también en la actividad cerebral”, explica el doctor Rivadulla, e incide: “Hacemos electroencefalogramas antes y después del tratamiento, para ver si hubo algún cambio a nivel de actividad celérica en el cerebro que nos permita conocer por dónde van los tiros y actuar en consecuencia”.

Seguimiento posterior

Tras la aplicación del tratamiento, durante media hora, todos los días, a lo largo de un mes, los participantes en el proyecto piloto han de completar una “semana de deshabituación”, durante la cual “tienen que acudir un par de días más al hospital”, para “no retirarles el tratamiento de golpe”. “A partir de ahí, ya está. En principio, ese es el tratamiento”, destaca el coordinador del grupo Neurocom de la UDC. “Después, hay que evaluar si el paciente respondió bien; si vuelven las crisis una vez retirado el tratamiento; de ser así, cómo vuelven; si sería conveniente dar otras sesiones... No obstante, en principio, el tratamiento es un mes, media hora al día, y una semana de deshabituación. Y la preparación para las sesiones no lleva nada, 5 minutos, de modo que apenas trancurrirán 40 minutos desde que los participantes en el proyecto llegan al hospital, hasta que se van”, agrega.

“Si los resultados obtenidos en estos primeros dos o tres pacientes del proyecto piloto se constatan finalmente, tendremos ya una base muy sólida para llevar a cabo un ensayo clínico amplísimo”, avanza, por su parte, el doctor Javier Cudeiro, “muy interesado”, incluso “a nivel personal”, como director del Centro de Estimulación Cerebral de Galicia, en que los efectos beneficiosos de los campos magnéticos estáticos en el tratamiento de la epilepsia puedan “ser ya claramente demostrados” en humanos. “En el Centro de Estimulación Cerebral de Galicia utilizamos técnicas de modulación cerebral, ya probadas y aprobadas de sobra, para hacer frente a enfermedades como la depresión y el dolor neuropático. Y, en cuanto sea posible y los datos nos permitan decir ‘ya tenemos una evidencia sólida’, me gustaría poder incluir tratamientos con estos imanes en nuestra oferta”, subraya.

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“Todo esto parte de experimentos que llevamos a cabo en modelos animales, en los que sí tratamos distintos tipos de epilepsia, con diferentes orígenes. Hace poco más de un mes, de hecho, se publicó un artículo en la revista científica Experimental Neurology (al que precedieron otros dos, en publicaciones del grupo Nature) que recogía los resultados de nuestras investigaciones con animales con síndrome de Dravet, una enfermedad genética que genera epilepsias globales, es decir, aquellas que se pueden desencadenar en cualquier punto del cerebro”, explica el doctor Juan Casto Rivadulla Fernández, catedrático de Fisiología y coordinador del Grupo Neurociencia y Control Motor (Neurocom) de la Universidade da Coruña (UDC), quien especifica que, en ese último artículo, publicado el pasado mes de noviembre, detallan cómo “aplicando el imán” en ratones con esa dolencia, “se pueden reducir las crisis en un 80%”.

“Cuando pensamos en traspasar estos resultados a niños, el problema que se plantea es que el imán del que disponemos en la actualidad es muy pequeño. Habría que desarrollar un casco grande completamente imantado, y eso es lo que estamos intentando hacer, en colaboración con un equipo de la Escuela de Ingeniería de la Universidade de Vigo (UVigo)”, desvela el doctor Rivadulla, y prosigue: “Para que los lectores se hagan una idea, sería algo así como los secadores de pelo que había antes en las peluquerías: un casco con el imán, sujeto por un brazo articulado, en el que los pequeños meterían la cabeza para recibir el tratamiento. Los compañeros de Vigo están creando un prototipo, porque esto ya es más complejo, puesto que el casco imantado pesa muchísimo, por tanto, hay que fijarlo de alguna forma, tiene que llevar un soporte... es otra cuestión. No obstante, estamos buscando esas posibilidades, y además colaboramos con la Asociación Síndrome de Dravet de España, que es una enfermedad terrorífica, porque los niños empiezan a sufrir crisis epilépticas en el primer año de su vida, y esto se acompaña de retraso en el desarrollo cognitivo y motor. Hasta hace unos años, de hecho, la esperanza de vida de los afectados era muy corta, y aunque en la actualidad hay unos tratamientos que aumentan la supervivencia, es una dolencia muy dura para los pequeños y sus familias, de modo que lograr cualquier avance que pueda mejorar su vida sería fantástico”, resalta el coordinador del grupo Neurocom de la UDC, quien hace hincapié en que, “ahora mismo”, el proyecto “tiene varias patas”, y esta “es una de ellas”. “Estamos con el diseño del prototipo, y nuestra intención es solicitar financiación a lo largo de este año”, anticipa.

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