El dibujo, reflejo del mundo infantil

Desde muy pequeño, el niño traza lo que ve y también lo que siente, por lo que esta actividad es una valiosa herramienta para conocer su carácter, miedos e inquietudes

Varios dibujos infantiles.

Varios dibujos infantiles. / ágatha de santos

ágatha de santos

Dibujar es una actividad que realizan los niños de forma espontánea desde que son capaces de sujetar un lápiz. Además de la base de otros aprendizajes, el dibujo es una forma de expresarse y el medio por el que proyectan su personalidad, su fantasía, sus miedos, inquietudes y sus emociones.

Según Diana Rodríguez, psicóloga y formadora, los dibujos son una gran fuente de información sobre las vivencias y emociones del niño, y pueden ayudar a descubrir la existencia de problemas. Por ello, los psicólogos infantiles utilizan el dibujo como herramienta diagnóstica y también puede resultar muy útil a los padres para conocer a sus hijos un poco más y acercarse a su mundo interior.

Las pruebas más utilizadas son el Test de la Familia y el llamado HTP (siglas en inglés de casa, árbol y persona). En el primero, se le pide al niño que pinte a su familia y se analiza la jerarquía de los distintos miembros y su relación con cada uno de ellos. En el caso del HTP, se le pide dibujar los tres elementos que le dan nombre. La casa reflejaría la visión que tiene de la vida doméstica y de las relaciones familiares; el árbol mostraría la imagen más inconsciente que tiene de sí mismo y de sus conflictos internos, y la persona expresaría cómo se ve el niño a sí mismo y cómo se relaciona con su entorno.

“Los dibujos son fantásticos para adquirir información emocional de los niños, así como los muñecos, los cuentos y las tarjetas con escenas, entre otras cosas. Si te sientas y le preguntas qué te pasa o cómo estás, generalmente te contesta con monosílabos. En cambio, las técnicas proyectivas como los dibujos nos sirven para obtener muchísima información y el menor se siente en confianza de expresar sus emociones y necesidades”, explica.

Además de la evaluación con entrevistas, neurobiofeedback (terapia que entrena al cerebro para funcionar de manera más eficiente) y otras pruebas, Rodríguez recurre a los dibujos para valorar al menor. “El dibujo del árbol nos da información de sí mismo; la casa, de la familia; con el dibujo de la persona valoramos el desarrollo cognitivo; con el de la familia, los apegos, y con el de las manos, detectamos un posible problema de abuso o maltrato”, detalla.

El tamaño, la forma, la proporción, la disposición de los elementos, la tensión y los colores que emplea proyectan el estado de ánimo y su manera de ver el mundo, porque los niños no sólo dibujan lo que ven, sino también lo que sienten. “Los dibujos arrojan información emocional como miedos, ilusiones, preocupaciones, y el estado de los vínculos afectivos como apegos sanos o tóxicos. Además, nos ayudan a valorar el desarrollo cognitivo del niño, su autoestima y su creatividad. Incluso nos pueden dar pistas de la existencia de alguna patología o situaciones de maltrato”, explica esta especialista, que imparte cursos de interpretación de dibujo infantil dirigidos tanto a padres como a profesionales que trabajan con menores.

Rodríguez recuerda que dibujar es una manera de expresarse innata al ser humano, que se desarrolla desde la misma infancia y que evoluciona a medida que lo hace el niño. “Ya tenemos dibujos de la prehistoria como los de la cueva de Altamira. Desde el garabato, ya podemos evaluar algunos rasgos de personalidad por el color que elige, si calca o lo realiza con suavidad, si sus rasgos son angulosos o redondeados, si ocupa todo el folio o sólo una esquina... Todos estos elementos nos aportan información valiosa”, explica.

En general, el niño proyecta en sus dibujos su día a día, y suele cambiar los colores y la disposición de los elementos según se siente en el momento que lo hace. “Deberíamos preocuparnos si repiten mucho un patrón de dibujo con mucha carga de malestar como dientes, pelos de punta, manos o brazos desproporcionados o inexistentes, dominancia del color rojo o del negro, rasgos muy angulosos, genitales muy marcados o figuras adultas infantilizadas”, afirma la psicóloga y formadora.

En el caso de que alguno de estos elementos se repitan a lo largo de varias semanas, lo aconsejable es pedir al niño que explique lo que sucede en sus dibujos. “Si sus verbalizaciones son preocupantes, podemos consultar a un profesional para que valore la existencia de algún daño en el menor”, comenta.

Elementos que cuentan

Además de los indicadores como el contenido del dibujo, el colorido empleado, el tamaño de los objetos y su emplazamiento en el papel, lo que omite también puede dar pistas sobre su estado anímico. Por ejemplo, cuando el niño omite a un miembro de su familia o lo dibuja de espaldas o sin rostro, indica que tiene un conflicto con éste y que prefiere evitarlo, no plasmándolo en el papel junto al resto de personas que forman su círculo más cercano.

Rodríguez apunta que si a un personaje de la familia le pinta el pelo de punta de color rojo, la cara o las manos rojas, significa que el menor considera a ese miembro muy agresivo. “Si le añade dientes o manos excesivamente grandes podría existir violencia física”, señala.

No sólo los colores que emplea aportan información. También lo hace dónde los emplea. “Si el azul se representa en lugares normales denota paz, pero en zonas poco comunes, por ejemplo en el rostro de un personaje, significa ‘déjame en paz’. Si hay exceso de azul en ríos o lagos puede ser un síntoma de enuresis”, comenta.

De la disposición de los elementos dentro del dibujo también se extraen datos. Así, si el dibujo tiende a colocarse a la izquierda, muestra exceso de apego, pasado, vínculos dependientes. Por el contrario, si se coloca hacia la derecha denota búsqueda de futuro, avance, extroversión. Asimismo, colocarlo en la parte superior muestra espiritualidad, imaginación y, por el contrario, si está muy pegado al suelo significa practicidad, necesidad de apoyo, materialismo. Un dibujo centrado sería el equilibrio. “Si el dibujo se sale de la hoja habría que ver hacia qué zona y también si es anguloso o redondeado. Si es anguloso y se sale hacia arriba sería un perfil muy desafiante con los superiores: padres o profesores”, añade la experta.

Además de todos estos elementos, hay que considerar que cada niño tiene sus vivencias y su propio ritmo de maduración, que hay que tener en cuenta cuando se examina cómo dibuja el mundo y a sí mismo.

Cuatro estados emocionales sobre el papel

A través del dibujo el niño expresa su estado de ánimo, sus emociones y sus temores. Diana Rodríguez esboza algunos elementos con los que el niño puede expresar agresividad, miedo, angustia y celos en sus dibujos.

Agresividad.

Si el niño dibuja pelos de punta, dientes, los rasgos de los personajes son angulosos o sus manos excesivas, o hay dominancia del color rojo, está expresando agresividad.

Angustia.

Si los dibujos son achatados, como aplastados, cierra el dibujo con un marco, pinta figuras dándose las manos o un árbol caído, o emplea los colores azul o amarillo en lugares inapropiados, hay sexualización o dibuja orejas excesivas por necesidad de ser escuchado está expresando angustia.

Miedo.

El niño expresa el miedo a través de un exceso de color negro en el dibujo, elementos protectores como vallas, arbustos y el suelo como necesidad de apoyo. El miedo también puede desvelarlo el temblor en el trazo del dibujo.

Celos.

Si el niño está celoso, por ejemplo, de un hermano, lo reducirá excesivamente de tamaño respecto al resto de personajes del dibujo, lo eliminará directamente del mismo o lo cambiará por otro personaje como un amigo o una mascota.

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