Celia Quintela Santos, en prisión provisional tras atracar a punta de cuchillo y retener durante siete horas a una abogada en un cajero automático del BBVA en Vigo, se crió junto a su único hermano y sus padres en el barrio vigués de Cabral. Se trata de una familia de clase media con un padre jubilado ya de una fábrica de automoción y una madre ama de casa, ambos ilusionados en que sus hijos estudiaran una carrera universitaria.

Quienes jugaban con ella de pequeña la recuerdan como una chica simpática, agradable y, sobre todo, de una "familia estupenda". Tras acabar el bachiller en Vigo, Celia se trasladó a la Universidade de Santiago para estudiar Historia. Allí comenzó su coqueteo con las drogas que acabó apartándola del que hasta entonces había sido su mundo. La joven universitaria acabó atrapada en la heroína y cambió de amigos. Como muchos jóvenes de aquella época en distintos barrios de Vigo, empezó a trapichear para sufragar su autoconsumo y se encerró en un mundo cada vez más marginal.

Algunos la recuerdan en los alrededores de las viviendas sociales del Gorxal realizando ventas de pequeñas dosis. Entonces llegaron también pequeños hurtos y robos y la lucha de su familia para ayudarla a desintoxicarse. A lo largo de los años, aunque a intervalos, la joven viguesa fue una de las toxicómanas que participaron en los primeros programas de ayuda de la asociación de madres contra la droga Érguete de Vigo, según recuerda su presidenta Carmen Avendaño.

Celia conoció en Santiago al que sería su compañero sentimental, José Antonio Amo apodado El Piti, que tenía más de 17 detenciones por distintos delitos. En 1995, en una violenta discusión que comenzó en un coche y terminó en plena calle de Vigo, ella le asestó tres puñaladas y lo mató. Celia tenía 27 años y su novio 37.

Siete meses después, la Audiencia de Pontevedra condenó a Celia a un año de prisión, frente a los 13 que inicialmente pedía el fiscal y que al final del juicio rebajó a 7. El tribunal aplicó la eximente incompleta de legítima defensa y las atenuantes de drogadicción y arrepentimiento espontáneo. Según la sentencia, la joven se encerró en el vehículo tras una violenta discusión con José Antonio y éste golpeó la ventanilla hasta romperla, momento en el que Celia bajó del coche con un cuchillo de cocina que la pareja guardaba en la guantera y le amenazó. Como él no deponía su actitud violenta, ella blandió el arma blanca en forma de zig-zag para amedrentarle, causándole rasguños en un brazo y en el abdomen. José Antonio Amo, lejos de apaciguarse, mantuvo su actitud agresiva y Celia le asestó una tercera puñalada que le atravesó el pulmón y el corazón.

La joven viguesa se trasladó después de estos hechos a vivir a Tomiño, donde algunas personas la sitúan al frente de un bar. Hace cinco años fue madre de dos mellizos, que ahora cuidan sus padres, y también víctima de un terrible accidente de tráfico. Fue atropellada y sufrió graves heridas en las piernas que han propiciado su incapacidad para trabajar, por lo que recibe una pensión. Tras el accidente tuvo que usar muletas durante varios años y, algunos allegados, aseguran que fue a raíz del accidente cuando volvió a sumergirse de pleno en el mundo de las drogas, al que habría ido a parar gran parte de la millonaria indemnización que recibió.

Hace apenas tres meses su pareja sentimental, Jorge, la denunció por amenazas y aseguró que durante una discusión intentó agredirle con un cuchillo. Y dos cuchillos, uno de ellos de grandes proporciones, fueron también las armas que esgrimió contra la abogada viguesa a la que tuvo retenida siete horas en el cajero de Martínez Garrido el viernes por la noche. Su exigencia fue que la Policía llevara allí a su ex novio, Jorge. Sólo ella sabe si era para que leyera un comunicado, como aseguró, o para cambiar de rehén. Quince años después de la muerte de su pareja, su toxicomanía también favorecerá la reducción de condena por el atraco y la retención ilegal a la abogada de Vigo.