Nueva tragedia marítima en la costa gallega. Un golpe de mar acabó ayer con la vida de dos vecinos de Tui: Enrique García Alonso y Diego García Mota, tío y sobrino de 38 y 22 años, respectivamente. Ambos pescaban a caña en punta Bazar, en la costa de A Guarda, acompañados de un amigo, que presenció el accidente y reclamó ayuda. Un amplio operativo de búsqueda por tierra, mar y aire se desplegó en la zona y se suspendió sin éxito después de seis horas. El rastreo se reanudará hoy a primera hora de la mañana.

El suceso se produjo pa las cuatro de la tarde en una peligrosa roca del litoral guardés, ubicada en las proximidades del antiguo basurero del municipio. Tanto los desaparecidos como su compañero conocían bien la zona, ya que habían acudido en anteriores ocasiones a disfrutar de su afición a la pesca deportiva. Habían colocado las cañas en la parte más próxima al mar de la roca, mientras que el tercero se había quedado unos metros arriba. Según el relato del superviviente a los agentes desplegados en la zona, fue un visto y no visto. Una ola los arrastró al mar y los perdió de vista en segundos.

Corrió hacia la carretera, a unos cien metros del mar, y detuvo un coche. La conductora avisó a los servicios de emergencia a las 16.10 y los efectivos del 061, del Grupo de Emerxencias Supramunicipal (GES) y de Protección Civil de A Guarda llegaron al lugar en apenas diez minutos y atendieron al testigo de la desgracia, preso del nerviosismo.

Enseguida aparecieron patrullas terrestres y una lancha de la Guardia Civil, además de la embarcación Salvamar Mirach de Salvamento Marítimo. Arrancaba el rastreo en el entorno, al que se incorporaba el helicóptero Pesca 1 de la Xunta diez minutos antes de las cinco de la tarde. Una cuadrilla del parque de bomberos de O Porriño se sumaba una hora más tarde a las labores de búsqueda por las escarpadas peñas del lugar.

El rastreo se intensificaba a pie de roca y en el agua, mientras la ansiedad crecía en tierra. Una doctora del PAC guardés trataba al acompañante de los desaparecidos y psicólogos del Servicio de Emerxencias 112 se ocupaban de sus familiares, desgarrados por la pérdida.

Decenas de curiosos se agolpaban junto a la carretera N-550 y la Guardia Civil limitó el acceso a los cantiles para evitar más incidencias. Se trata de una zona escarpada que lleva a la Pedra Bazar, una gran roca con grandes hendiduras que dificultan las maniobras incluso a los más expertos. Percebeiras reunidas en el entorno advertían de los riesgos que comporta este punto, no solo por las caídas sino también por las rompientes que generan olas imprevisibles. "Lo más seguro es que el golpe de mar los cogiese despistados. Aunque la marea estaba baja y aparentemente calma, había mar de fondo y es fácil que de repende se genere una ola traicionera", explicaban.

Las cavidades de las peñas dificultaban el rastreo y los presentes perdían la esperanza de encontrar a las víctimas con vida. Algunos incluso se atrevían a fijar el lugar en que podrían encontrarse los cuerpos. Tanto las mariscadoras como aficionados al submarinismo advertían de una especie de cueva bajo la roca. "Esa piedra es hueca por dentro. Me he metido en varias ocasiones y hace un efecto de embudo. El mar te arrastra hacia dentro. Es muy posible que la ola los haya llevado hasta allí", comentaba un buceador.

Salvamento Marítimo ha apuntado que las labores de búsqueda se han visto dificultadas durante la jornada por las condiciones meteorológicas adversas, por el mar de fondo y porque la zona de búsqueda es muy rocosa y complicada.

Enrique García Alonso y su sobrino, Diego García Mota, eran aficionados a la pesca y en ocasiones probablemente venderían algunas de las piezas que conseguían. Un miembro de la familia directa de los jóvenes desaparecidos lamentaba ayer tarde que ambos se expusieran a ese riesgo y culpaba de la desgracia ocurrida al hecho de que no tuviesen un trabajo en el que ganar un salario: "¡Todo esto por ganar unos euros, porque están en paro!", y suplicaba en alto: "¡Al menos, que aparezcan los cuerpos!". A la casa donde residían los dos jóvenes, en el barrio de Regueiro, de la parroquia de Areas, llegaban ayer tarde amistades íntimas para confortar a la familia en estos momentos de intenso dolor. Enrique tiene pareja y un hijo pequeño. Vivía en la casa con su madre. Tiene una hermana y un hermano, que es el padre de Diego, su sobrino, el otro joven desaparecido. El padre de Enrique, a su vez abuelo de Diego, permaneció junto a otros miembros de la familia en la costa, siguiendo de cerca el operativo de rescate, donde también estuvo presente el alcalde de Tui, Moisés Rodríguez.