"Sí, lo reconozco todo". Juan Carlos Aguilar, el falso monje shaolín y profesor de artes marciales, admitió ayer, en la primera sesión del juicio que se celebra contra él en la Audiencia Provincial de Bizkaia, que golpeó y asesinó en 2013 a Jenny Rebollo y Ada Otuya de forma "súbita, imprevista e inesperada", sin darles oportunidad de defenderse. No obstante, rechazó que hubiera "ensañamiento", como aseguran la acusación popular, que ejerce Clara Campoamor, y el abogado de una de las víctimas. El procesado estuvo durante la vista oral con los ojos cerrados y las manos en actitud de meditación hasta que fue interrogada. En la sesión de ayer, la Audiencia prorrogó la situación de prisión provisional de Aguilar.

Tras la elección del jurado popular, las partes expusieron sus peticiones provisionales. La Fiscalía solicita 40 años de prisión por dos delitos de asesinato con alevosía, demanda que algunas acusaciones elevan a 45 al añadir ensañamiento. Durante la vista se leyó un escrito presentado el pasado 17 de marzo por la abogada del acusado, en el que éste reconocía que cometió los crímenes de manera "súbita, imprevista e inesperada", sin darles oportunidad a las víctimas a defenderse. Además, pedía que procediera a la liquidación de sus bienes, que los tiene embargados, para poder indemnizar a las familias.

A preguntas del fiscal, el falso monje relató que el 25 de mayo de 2013, sobre las 03.20 horas de la madrugada, cuando circulaba con su coche por Bilbao, apareció Jenny Rebollo, colombiana de 40 años, a la que aseguró no conocer "en absoluto". Como un hombre estaba molestándola, la víctima se subió a su vehículo y fueron juntos al gimnasio ZEN 4 que él regentaba. Allí, le ató las muñecas con cuerdas y bridas y la agredió hasta matarla. "Reconozco todos los hechos", dijo. En los días posteriores, descuartizó el cuerpo de la mujer y guardó parte del cadáver, mientras que se "deshizo del resto".

La madrugada del 2 de junio, el fin de semana siguiente al crimen de Jenny Rebollo, el acusado fue a las inmediaciones de un bar y contactó con la nigeriana Maureen Ada Otuya, de 29 años, "para mantener relaciones sexuales". Pasado un tiempo, en el gimnasio, ella intentó escapar sin éxito. En un habitáculo, la ató por las muñecas y el cuello, y la estranguló con cuerdas y bridas.

La acusación popular y las particulares denuncian que Aguilar recurrió a "una jugarreta legal", la de presentar un escrito en el que admitía los crímenes, para buscar una rebaja de la condena, añadiendo que nunca colaboró con la Justicia, ni se arrepintió de sus crímenes ni abonó las indemnizaciones a las familias de las víctimas. La fiscal, por su parte, pide más de 280.000 euros. Y la defensa sostiene que su cliente ya confesó el mismo día de su arresto.