El paradero de Diana Quer, la joven madrileña de 18 años desaparecida el 22 de agosto de 2016 en A Pobra do Caramiñal, sigue siendo una incógnita. Un caso cerrado judicialmente el pasado abril por falta de avances, pero que ahora vuelve a la actualidad con la detención, ayer en Boiro, de un hombre de 41 años junto a su pareja. La Guardia Civil sospecha que podría tener información sobre lo ocurrido aquella noche en la que se perdió el rastro de la joven tras asistir a las fiestas A Pobra, la localidad coruñesa en la que veraneaba con su madre y su hermana. Nunca más se supo de ella. Casi 500 días después, el caso permanece sin resolverse.

Todo lo relacionado con él es un misterio desde que su madre diera la voz de alarma un día después, cuando por la mañana acudió a la habitación de su hija en la casa familiar de A Pobra y ésta estaba vacía. Rianxo, Taragoña, Ribeira; fábricas abandonadas, fincas, zonas arboladas; un monovolumen, un hombre con "malas pintas", investigación de los feriantes... Las hipótesis y los escenarios recorridos por los investigadores para tratar de esclarecer los hechos son muchos, pero el paradero de la joven y lo que ocurrió aquella noche continúa siendo un enigma.

Pese al archivo provisional decretado el pasado mes de abril por el juzgado de Primera Instancia e Instrucción 1 de Ribeira ante la falta de autores, la investigación del caso nunca se llegó a cerrar. Así, el pasado mes de agosto, cuando se cumplía un año de la desaparición, la Guardia Civil realizó un amplio despliegue en A Pobra durante las fiestas del Carme dos Pincheiros -las mismas en las que desapareció Diana- en busca de pistas que arrojasen algo de luz sobre el paradero de la joven.

La investigación no ha tenido pausa desde el inicio del caso sin descartarse ninguna tesis. Diana Quer desapareció sin llevar consigo ni tarjetas de crédito ni DNI ni apenas dinero. Sólo su teléfono móvil, el que dio, hasta el momento, las evidencias más importantes para los investigadores. Gracias a su terminal se pudo saber parte del recorrido que hizo aquella madrugada: una ruta en vehículo desde A Pobra hasta la cercana localidad de Rianxo, concretamente hasta Taragoña, donde se pierde la pista. Ahí, en ese punto, bajo el puente de la autovía, era también donde aparecía, en octubre de 2016, el móvil de la desaparecida.

Otro misterio en estas pesquisas es quién lo lanzó al mar. También enigmáticos resultaron los últimos mensajes de WhatsApp que Diana enviaba aquella madrugada del 22 de agosto a un amigo de Madrid afirmando que se estaba "acojonando" ya que "un gitano" la llamaba y le decía "morena, ven aquí". Una línea de investigación que, al menos en aquellos primeros momentos de las pesquisas, pronto se descartó.

Aunque la memoria interna del teléfono no aportó mucha información. El último movimiento de su móvil está fijado a las 3.30 horas, pero una señal de telefonía la captó a las 4.10 en el puente de Taragoña. No se sabe más. Pese a ello, la Guardia Civil y la UCO no tiraron la toalla en su búsqueda de pruebas sólidas y sospechosos, como quedó patente en el despliegue realizado con motivo del cumplimiento del año de la desaparición.

La investigación desde un inicio siempre mantuvo abiertas dos hipótesis: la marcha voluntaria o el secuestro. Sin embargo sus padres siempre han mantenido la versión de que su hija no se fue de manera voluntaria. "Nuestra hija está retenida", revelaron en su primera y única comparecencia juntos ante la prensa. En el auto del juez se revela que "existen indicios de una desaparición no voluntaria" de Diana, "pudiendo haber tenido lugar otros ilícitos graves frente a ella".

A lo largo de los meses fueron muchas las llamadas, más de 700 según la asociación SOS Desaparecidos, de personas anónimas que reconocieron haber visto a Diana Quer en múltiples sitios de España. Sin embargo, las investigaciones de la Guardia Civil se centraron en la comarca del Barbanza y sus municipios. Las declaraciones que se tomaron a personas del entono de la joven o supuestos implicados en su desaparición llegó a superar las 200. Sin embargo la Guardia Civil dio credibilidad al testimonio de varios jóvenes que aseguraron ver llegar a Diana la noche de su desaparición al puerto de Taragoña en un vehículo y subirse a otro de grandes dimensiones en el que la esperaría un hombre de "malas pintas".

Enfrentamiento de los padres

El difícil clima familiar, tras un complicado divorcio de sus progenitores, fue uno de los indicios que en principio llegaron a sustentar una posible marcha voluntaria de la joven. Aunque eran muchos días sin noticias de la joven. La separación fue un proceso "terrible", según calificó el padre, y habría hecho mella tanto en Diana como en su hermana de 16 años, Valeria. Incluso con fugas temporales de ambas niñas. Varios mensajes entre Diana y su madre pusieron de manifiesto la mala relación entre padre e hija días antes del viaje a A Pobra do Caramiñal, donde veraneaba con su madre y su hermana Valeria.