Tour 2023

Pogacar lanza el primer aviso a Vingegaard en el estreno del Tour y Adam Yates se viste de líder

El ciclista esloveno ataca en el muro de Pike donde lo neutraliza Vingegaard y luego autoriza la fuga y la victoria de su compañero Adam Yates

Sergi López-Egea

Bendito sea Tadej Pogacar. Da igual el lugar de nacimiento, el que figura en su pasaporte esloveno. Es puro arte, irrepetible, un corredor al que hay que amar porque si no el ciclismo hasta sería aburrido. Y el que permite también el lucimiento a su mejor gregario, Adam Yates, que en otro equipo hasta se permitiría luchar por una general que ya lideró en 2020. Recompensa y abrazo al corredor que debe convertirse en el UAE en el último que acompañará a Pogacar cuando lleguen las montañas de verdad, la próxima semana en los Pirineos y luego con el Puy de Dôme.

El muro de Pike, en la primea etapa del Tour de Francia, era corto, penas dos kilómetros. Pero era duro como una mala digestión, como un dolor de cabeza, como cuando se sufre en un cabreo monumental. Y allí lo vemos como si estuviera en el llano, casi dando la sensación de que no sufría, pedaleo fino, con la bici sin apenas moverse al compás de unas piernas afeitadas que sin vello parecen cubiertas de oro.

En un abrir de ojos los dos únicos aspirantes a la victoria final, salvo injusticia como la que le ocurrió a Enric Mas minutos antes de empezar el espectáculo final, se quedaron solos porque Jonas Vingegaard, el mismo que el viernes había estado entrenando en el muro de Pike con una subida espectacular, no le permitió un metro de alegría, como debía ser.

Y hasta pareció que con la mirada se decían aquello de nos dejamos pillar, que ya nos hemos marcado, que ya hemos visto cómo estamos, y que sean otros los que se lleven la gloria de la etapa inaugural del Tour. Se dejaron capturar y con ello aparcaron el duelo para otro día, quien sabe si para este domingo en la subida de Jaizkibel, la misma en la que se citaban por los años 50 Jesús Loroño y Federico Bahamontes, que está con 94 años en un delicado estado de salud.

Hubo un tiempo en el que los mejores hermanos gemelos que ha dado la historia del ciclismo, Adam y Simon Yates, corrían en el mismo equipo. Eran tan iguales que se confundían hasta que en 2016 a Adam se le cayó encima el arco del Tour que indicaba que faltaba un kilómetro para la meta. Se llevó el recuerdo de una cicatriz en la cara que permite, a parte de la madre, identificarlos ahora sin error a equivocación. Pero para ello hay que estar cerca y sin que lleve Adam la dichosa mascarilla que los ciclistas no se pueden quitar cuando acecha el peligro del público o los periodistas. Pero imposible, salvo los ‘maillots’ de equipo, cuando ambos se escapan camino de Bilbao.

Los ciclistas del Tour, en un momento de la etapa 1.

Los ciclistas del Tour, en un momento de la etapa 1. / EFE

Vecinos en Andorra

Los gemelos viven en Andorra. A cinco minutos de distancia tienen las casas, cada cual con su pareja. Y quedan siempre que pueden para entrenar juntos. Y juntos se fugaron cuando Pogacar y Vingegaard bajaron la guardia. Simon, al frente del equipo australiano del Jayco, ganó la Vuelta de 2018 donde Adam se convirtió en su mejor gregario. Adam ha fichado este año por el UAE, con la obligación de ayudar a Pogacar pero también con la libertad que le dio el corredor esloveno, que viviera su día de gloria, que ganase la primera etapa y que se vistiera de amarillo. Cumplió con creces y sin el remordimiento de tener que batir a su gemelo Simon, que reventó a 200 metros de la meta, para dejar el terreno libre a su querido hermano gemelo.