Indomable y comprometida como la actriz a la que da vida en Seberg, Kristen Stewart aportó un soplo de aire fresco en la apertura del 67 Festival de Cine de San Sebastián, defendiendo el feminismo como su "segunda piel" y retando los estándares de apariencia que se espera de una estrella del cine. "No es cuestión de polarizar, hay grandes películas sobre mujeres hechas por hombres pero necesitamos también la perspectiva femenina en el cine", dijo la actriz californiana en una entrevista con un grupo de periodistas, convencida de que las cosas están cambiando: "Me siento muy motivada y acompañada", afirmó.

Durante la entrevista, en una suite del Hotel María Cristina, Stewart luce unos pantalones arremangados, deportivas y calcetines estirados hasta media pierna. Lleva una camisa de rayas por fuera, cazadora de cuero y el pelo revuelto, una apariencia desenfadada y al mismo tiempo estilosa. Habla como una ametralladora y suelta tacos con naturalidad, interpelando a su interlocutor célebre por la saga Crepúsculo, en los últimos años se ha volcado más en el cine de autor y ha filmado con directores como Olivier Assayas, Woody Allen o Ang Lee. Dice que siente que tiene mucho en común con Jean Seberg, la icónica actriz francesa de la Nouvelle Vague a la que da vida en Seberg, la película que ha inaugurado este viernes la sección Perlas del Zinemaldia.

Lágrimas en el patio de butacas

El filme de Kristen Stewart no fue el único presentado ayer en el festival de cine. Nada más diferente de Nothing Hill, la obra más recordada del director Roger Michell, que esta Blackbird con la que ayer se estrenó la Sección Oficial del 67 Festival de Cine de San Sebastián, un tremendo drama familiar que llenó de lágrimas el patio de butacas del Kursaal. Blackbird es un remake de Silent Heart, que ya se pudo ver en el Zinemaldia en 2014, dirigida por Billy August, que ni Michell ni sus espectaculares actores „Susan Sarandon, Kate Winslet, Sam Neill, Mia Wasikowska, Rainn Wilson y Lindsay Duncan, entre ellos„, han querido ver todavía.

"Queríamos hacer la película de Roger y personalmente „apuntó el "jurásico" Sam Neill en una rueda de prensa„ no quería ver a otro actor interpretando mi papel antes de hacerlo yo; que no me influyera, ni replicarlo. Todavía no tengo la valentía de verlo por si es mejor que yo", dijo medio en serio, medio en broma. La película no es que toque la cuestión de la eutanasia, apuntó Michell, sino que "la coge con las dos manos"; Blackbird, un título enigmático que esconde "la decisión" (así se traducirá en su versión en castellano), habla de la última voluntad que, aún lúcida y capaz, toma una enferma de ELA sobre su propia vida: el momento de su muerte.