Las historias de espías venden. Durante décadas lo han dejado claro Ian Fleming, John le Carré o Robert Ludlum, padre de la saga Bourne. El cine patrio también lo está viviendo estos días. El filme gallego Código emperador —de la productora coruñesa Vaca Films y con Luis Tosar de protagonista— se ha colado entre las películas más vistas en Netflix España.

El pasado 12 de agosto llegaba el filme a la plataforma dejando una cuestión en el aire: “¿Qué es el poder?”. Tras su estreno en el Festival de Málaga el pasado mes de marzo y su llegada a las salas comerciales, tocaba el turno de aterrizar en Netflix. Lo ha hecho con éxito entre los hogares españoles pero también en “un buen número de países” donde figura en el top 10, según destaca Jorge Coira, su director, en su cuenta de Twitter, donde escribió que está “encantado y muy agradecido a toda la gente” que ha llevado su película “al segundo puesto” del ranking de la plataforma.

En primer lugar, ¿qué relata Código emperador? Realmente, lo importante de la película —inspirada en hechos reales— es que presenta a un espía, Juan, interpretado por Luis Tosar, que ejecuta muy bien su trabajo hasta que comienza a tener dudas. Ni es un héroe ni un villano al 100%, quizás por ello se conecte con él: parece más humano.

Juan aprovecha para mover sus hilos para dirigir también a otras personas en aras del interés supremo del Estado o de determinadas personas. Si la actuación de Tosar es de sobresaliente, la de Georgina Amorós interpretando a Marta, una joven atada a un pasado que la convierte en un juguete vapuleado por la marea es también excelente.

A lo largo del metraje, irradian ídolos de la política, del fútbol, de la socialité, para acabar perdiendo su brillantina traslúcida y revelar las cloacas de la Administración, partidos políticos, jueces, gobierno, medios de comunicación y policía y cómo ese entramado tiene raíces más ramas intercontectadas más allá de las fronteras y despachos, llegando a lugares que ni siquiera podríamos imaginar.

Otro punto que incluso levanta temor es cómo se logra invadir la intimidad de la ciudadanía. En la serie Intimidad se ofrece una reflexión sobre el uso indebido de imágenes íntimas. En Código emperador, que se rodó, entre otras ciudades, en A Coruña, también se procura que meditemos sobre nuestros hogares hiperconectados, nuestra supuesta libertad de movimientos en la vida real y digital para acabar aireando esos datos y vida.

Explicaba el director de la película, el lucense Jorge Coira, en una entrevista en marzo que “el filme pone la mirada en los conflictos dramática y humanamente complejos porque plantean dilemas nada sencillos. Nos hacemos con los espectadores preguntas sobre dónde está el límite entre lo ético y no ético, hasta dónde el fin puede justificar los medios”.

¿Por qué gusta tanto Código emperador? Además de las excelentes actuaciones, un ritmo nada aburrido en el metraje, las localizaciones (incluso en el extranjero, en Budapest y Panamá), los diálogos suprercreíbles de los personajes y un desarrollo así como desenlace en la trama que no se espera, hay entrecruzadas historias de amor, sexo, desarrollo personal, traiciones, robo, amistad, mentira, violencia de género, racismo y relaciones homosexuales que plantean también preguntas al espectador que se sentirá desamparado por momentos pensando cuánto de verdad hay en lo que se le muestra. Como señala el personaje de Tosar en un momento: “Una cosa es buscar mierda y otra distinta echarla encima”.