Organizar una primera edición de un festival no es fácil, y menos en otro continente. Por eso tiene tanto mérito el debut del Primavera Sound en Sao Paulo, que el sábado reunió a 55.000 personas en el Distrito Anhembi, un parque ferial con un sambódromo espectacular y árboles a pie del escenario. La aparición de Björk tuvo algo de mágico y trascendental. Salió al escenario vestida de látex negro con una especie de kimono deconstruido, como una versión centrifugada, 25 años después, del legendario Alexander McQueen de la portada del Homogenic.

Con un maquillaje estilo kabuki y una máscara en forma de orquídea, la islandesa apareció en escena visiblemente emocionada. No tardó ni medio segundo en meterse a todo el festival en el bolsillo con sus bailes espasmódicos, sus sonrisas de eterna niña traviesa y ese cantar suyo, un género vocal en sí mismo. Con lo difícil que es ser raro y original a estas alturas del siglo XXI, Björk lo sigue consiguiendo.