La noche anterior a prender fuego a la Cofradía de Pescadores lo multaron por mariscar en la zona de la Torre. Fue a su casa y se le cruzaron "los cables". No pudo dormir en toda la noche y aprovechó para buscar los teléfonos de algunos periódicos. En su cabeza ya tenía la idea de hacer "ruido" para que le concediesen la licencia de pesca. En su vivienda tenía "cantidad de garrafas de gasolina para el tractor y el cortacésped". Por la mañana cogió una, la vertió en la cofradía y encendió un mechero. "Se me prendió sin querer, fue como un reflejo porque se me pusieron a chillar. Me empezó a arder una mano y el fuego se pasó a la garrafa", relató ayer durante el juicio el acusado, quien insistió en que su intención era llamar la atención y que nunca quiso incendiar las instalaciones.

El imputado, que tiene un hijo con una minusvalía de un 99%, aseguró durante la vista que su situación era límite y que el día de los hechos salió "quemado" de casa. "Ese día tenía la obsesión de que me daba igual lo que pasase. No me importaban las consecuencias. Ahora sí que me importan por los demás porque yo llevo toda la vida en una cárcel que es el mar. La única diferencia con la otra es que te pagan", dijo el acusado, quien insistió en que hace 18 años que solicitó la licencia para recoger percebes.

"Lo que sucede es que hay una mafia porque siempre me decían que no me daban el permiso y veía que a otros sí. Sólo entraban los que ellos querían porque el 98% no tenían ni plan de explotación. No hay ninguno que por baremo tenga más puntos que yo", recalcó el procesado.

El furtivo admitió que le dijo a las trabajadoras que abandonasen la oficina, pero negó que les advirtiese de que iba a prender fuego a todo. El hombre subrayó que sólo quería dar un "susto" a los dirigentes de la cofradía porque "por las buenas" no había conseguido nada. Las empleadas de la entidad aseguraron que el acusado entró en las instalaciones "agachado" y rociando la gasolina, y que les gritó que se fuesen porque iba a quemar el local. "Nos mandó salir, no nos quería matar. El mechero no lo tenía en la mano, lo sacó después. Nunca pensé que fuese a hacer algo así. Fue totalmente intencionado", dijo la empleada de la cofradía que abandonó las oficinas cuando entró el acusado y que regresó con el conserje para tratar de calmarlo.

El bedel y la mujer estaban presentes cuando el percebeiro prendió fuego. El conserje, que renunció a la indemnización que pudiese corresponderle, sufrió quemaduras de segundo grado en la pierna izquierda. "Le dije que esa no era la forma de solucionar los problemas y metió la mano en el bolsillo, sacó el encendedor y prendió fuego", relató el hombre.

El patrón mayor de la Cofradía de Pescadores, Manuel Cao, dijo que un mes antes de los hechos, que sucedieron en septiembre de 2007, el imputado había estado con él en la cofradía. "Le expliqué la situación y creo que la entendió. Hay muchas personas esperando por licencias y está muy complicado obtenerlas", indicó Cao.

El Ministerio fiscal solicita que el furtivo sea condenado a seis años y cuatro meses de prisión por cometer un delito de incendio y otro de lesiones por imprudencia grave. La Fiscalía, además, pide al tribunal de la sección segunda de la Audiencia Provincial que imponga al acusado el abono de los desperfectos que ocasionó en las oficinas, tasados en 46.786 euros. El representante del Ministerio público subraya en su escrito de calificación sobre los hechos que el procesado estaba "en una precaria situación económica" y que padecía "un síndrome ansioso con problemas de control de impulsos".

Las llamas afectaron a las oficinas de atención al público, al despacho del patrón mayor, a la sala de juntas y al lavabo de la cofradía, situada en la quinta planta de la Casa del Mar. La policía detuvo al acusado en el edificio, ya que tras prender fuego se sentó en las escaleras del inmueble, donde permaneció inmóvil hasta que fue arrestado.