Las joyas documentales del archivo municipal de Carral convivían hasta hace poco con familias de roedores, que encontraron un tranquilo lugar para anidar en la sección de padrones.

Desde hace tres años, el archivista Rodrigo Bonome clasifica los documentos que se amontonaban en el sótano de la Casa Consistorial y que acaban de ser trasladados al del nuevo edificio de uso social, Toñito Espiñeira.

Dos salas que nada tienen que ver. La primera, utilizada desde 1975 -año en el que se construyó el actual edificio del Concello-, no está aislada de las conducciones del agua y su suelo de cemento se encuentra ya picado. Los ratones no sólo usaban los papeles como camas, sino que saciaban con ellos su apetito.

Ahora, en un espacio más amplio y mejor acondicionado, se han instalado armarios con aislamiento y esquinas redondeadas para no estropear las cajas de cartón en las que se guardan los papeles ordenados por fechas y materias. Además, se ha creado una base de datos informatizada para una consulta más ágil y certera. La Consellería de Cultura ha invertido en él 40.000 euros.

El archivo puede presumir de disponer de documentos oficiales desde el año 1836. Sin embargo, no puede hacer lo mismo con su estado de conservación.

Este fondo documental ha sufrido incluso algún robo. Bonome recuerda cómo, a petición de la Real Academia de la Historia, buscó los planos de construcción del monumento erigido a los mártires de Carral y se encontró con una carpeta vacía.

Indicaciones sobre cómo la población se debía comportar ante los bombardeos de la Guerra Civil, un padrón de vehículos de tracción animal de los años 50 o el registro de las suscripciones de los carraleses para colaborar en la adquisición del pazo de Meirás para regalárselo a Francisco Franco, son algunas de las curiosidades con las que uno se puede encontrar husmeando en este archivo.

Se conserva en perfecto estado un cartel de 1924, que el Consejo Nacional colgaba en las escuelas para solicitar la contribución de todas las familias en el Homenaje al Mutilado de África, "para remediar en parte el porvenir doloroso de aquellos que en el Riff derramaron su sangre y quedaron inútiles para ganarse su pan".

También atesora la correspondencia entre los gobiernos de Madrid y los de Carral en diferentes épocas. Así, una misiva solicita la retirada de las imágenes de Alfonso XIII al comienzo de la II República o la obligación de exhibir las de Francisco Franco tras la guerra.

Pero este fondo documental no sólo cobija pequeños tesoros para historiadores y curiosos. Los datos que recoge pueden ser de gran utilidad para los vecinos hoy. "Lo que más se suele consultar son las licencias de obra", explica Rodrigo Bonome, y pone como ejemplo el de un arquitecto que encontró los planos de obra de una vivienda construida en 1902, lo que facilitó la redacción del proyecto de instalación de un ascensor en el inmueble. Otros vecinos consiguieron localizar las propiedades de un cura que emigró a Argentina. En el extremo contrario está el caso de un abogado que no pudo ampliar su despacho al no conservarse en el archivo los documentos de la titularidad del camino anexo a su inmueble.

Poca gente conoce, sin embargo, las posibilidades de este servicio. En los últimos tres años, el de Carral sólo registró dos consultas.