Ahmed Salman Rushdie llega puntual a su encuentro con la prensa. Se baja de un Mercedes con las lunas tintadas y blindado como un carro de combate. Saluda y reparte sonrisas aunque su rostro desvela los sinsabores de un viaje de kilométricas proporciones: Nueva York-Londres-Madrid-A Coruña. Acompañado por un discreto servicio de guardaespaldas que le sigue en la distancia, Rushdie se muestra "encantado" por visitar la ciudad, que desde ayer y hasta el próximo sábado 26 alberga la décima edición del Congreso Mundial de Semiótica. Durante cuatro días, la Facultad de Sociología se convertirá en la capital mundial de la palabra con la participación de conferenciantes de la talla del propio Salman Rushdie, Umberto Eco (mediante videollamada) o Erik Landowski.

A sus 62 años, el escritor de origen indio parece haber superado los traumas ocasionados por el edicto religioso que le impuso el ayatolá Jomeiní en 1989. Asegura que se encuentra inmerso en la adaptación cinematográfica de su novela Hijos de la medianoche y que su próximo libro ya tiene nombre: Luca y el fuego de la vida.

-Su conferencia en el Congreso Mundial de Semiótica se titula: La novela en la era de la revolución comunicativa global. ¿Qué papel ostenta la literatura en pleno desarrollo de la globalización?

-La muerte de la novela es un tema que siempre ha estado presente. Todos los medios que han ido apareciendo a lo largo del tiempo, como la televisión, el cine o internet, se supone que estaban destinados a terminar con la novela, pero siempre permanece. Lo que hace que la novela sea una muestra de expresión de tanta dureza es que ofrece intimidad al lector. El libro está dentro de ti, mientras que el cine está frente a ti. Es la intimidad lo que la hace perdurar. Creo que es algo fascinante que una forma tan antigua de comunicación como es la literatura perdure.

-¿Cómo cree que le afectará a la literatura la aparición del libro electrónico?

-Me gusta el papel. Creo que tener un libro entre las manos es una sensación muy agradable aunque también pienso que el libro electrónico tiene mucho futuro. Es fácil usarlo en los viajes aunque habrá personas que se adapten mejor que otras. Una de las ventajas del libro tradicional es que ofrece más versatilidad porque el agua no le afecta ni tampoco la arena. En casa siempre prefiero leer libros de papel, preferiblemente antiguos.

-¿Se siente tentado por el cine o por otros medios de comunicación o prefiere serle fiel a la literatura?

-Siempre he tenido interés en cómo afectan los medios de comunicación a las personas. Ahora estoy trabajando en un proyecto para llevar al cine mi novela Hijos de la medianoche. La encargada de dirigirla será Deepa Mehta, que fue nominada al Oscar hace unos años por la película Agua. Estamos acabando el guión.

-¿Considera a Hijos de la medianoche su mejor novela? ¿Cuál ha sido el factor determinante para adaptar ésta novela al cine y no otra suya?

-Hijos de la medianoche la escribí cuando tenía 28 o 29 años y la publiqué con 33. Pasó casi la mitad de mi vida desde su publicación. Creo que es una historia que tiene muchas posibilidades en el cine aunque es muy difícil abarcar todo el libro por sus cerca de 650 páginas. Hay que sacrificar cosas y eso a veces es muy duro para el autor. Durante mucho tiempo rechacé la oportunidad de llevarla al cine. Pensé que sería imposible por su duración. Se intentó hacer una serie de televisión basada en la novela de cinco episodios y no salió. Lo que he aprendido de todo esto es que existen cientos de formas de no hacer cine y sólo una o dos de hacerlo.

-¿La globalización sirve para que las personas se puedan llegar a entender?

-Creo que no nos entendemos nada bien. A veces pienso que la enorme cantidad de información que existe es una trampa. En ella se condensa la mala escritura y la nula investigación. La considero como un ruido informativo. Sin embargo, para mi último libro (La encantadora de Florencia) internet me sirvió de mucho. Muchas fuentes que utilizo llegan desde bibliotecas electrónicas que simplifican mucho el trabajo. La tarea de investigación se convierte en algo menos arduo ya que no tienes que desplazarte.

-¿Mantiene una buena relación con las nuevas tecnologías?

-Hace diez años escuché la palabra 'google' y me pareció extrañísima. Un concepto raro. Ahora es difícil imaginar el mundo sin esa palabra pero en un principio los motores de búsqueda no encontraban bien las cosas. Había dudas sobre si el medio podría convertirse en lo que hoy es. Creo que respecto a las tecnologías, no tenemos ni idea de hacia que lugar nos llevan. Internet, a pesar de los avances, es una tecnología que está por desarrollar.

-En su último libro, La encantadora de Florencia regresa a su orígenes literarios, con un estilo marcado por la fábula.

-Lo interesante del libro es ver que diferentes partes entran en contacto. El libro habla de la forma en que se conocen Europa y la India. Parte de los viajes de Vasco da Gama en 1485 e historias del siglo XVI, en una época en la que ambos mundos, europeo e indio, empiezan a conocerse. Allí empezó la expansión de nuestras conciencias porque descubrieron el Nuevo Mundo. Fue el comienzo de la comunicación global e internacional que hoy aparece en todas las noticias.

-En su última visita a A Coruña, Saramago aseguró que habla un 80% del tiempo de política y el 20% restante de literatura. ¿Usted sigue su mismo ejemplo?

-Más o menos al revés (risas). Durante un largo período de mi vida sólo respondía a preguntas políticas. Tengo que decir que Saramago es un escritor muy involucrado en términos políticos y literarios aunque la belleza de sus libros tiene poco que ver con la política. Creo que es bueno preguntarse cómo afecta la esfera pública a las vidas privadas. Es algo que me atrae. Me gusta pensar que personas normales, tras comprender la situación actual, pueden llegar a cambiar el mundo.

La interacción entre lo público y lo privado forma parte de los temas que escribo aunque lo de expresar mis opiniones es algo que cada vez hago menos.

-¿Le interesa lo que esté relacionado con la religión?

-Hubo un período en que a la religión le interesaba mucho (risas). La verdad es que nunca he sido un hombre muy religioso. Si hablo del tema en mis libros sobre India o Pakistán es debido a que los personajes lo requieren para darles forma. La religión es un tema importante para todo el mundo que la haya convertido en el centro de su vida. Creo que he tenido mi parte de compromiso. Ahora vuelvo a la normalidad de no tener religión.

-¿Su situación personal es la misma que en 1989 tras el edicto de Jomeiní contra usted?

-No, en absoluto. Fue una situación difícil durante nueve años. Eso ya terminó hace once años, lleva más tiempo terminado de lo que duró. Sobre el tema de Los versos satánicos, en aquellos días la gente leía el libro para encontrar las partes sucias, buscaban cualquier perspectiva menos la normal. No leían la novela para saber si era buena o mala, corta o larga, como cualquier lector. Lo que me gusta es que ahora he notado que ha recuperado la vida normal de un libro. Antes no la dejaban ser simplemente una novela pero lo bueno es que el escándalo no permanece siempre.

-¿Se considera una persona controvertida?

-No soy una persona controvertida. Vivimos en una era en que la gente está asustada a todas horas. Si alguien habla claro, es controvertido. En una sociedad abierta todo el mundo debe decir lo que piense sin temor a que alguien se ofenda. Yo no generé esa controversia. Es más, hay mucha gente que no leyó Los versos satánicos y que protestó antes de hacerlo. Espero que ese adjetivo se haya desasociado de mi persona. Lo único que quiere un escritor de mi estilo es escribir libros que permanezcan en el tiempo. Ahora mis libros los lee gente que no había nacido con todo aquello. Lo que quiero es hacer libros duraderos para que caigan en manos de lectores ávidos. La controversia es algo tópico, del momento. El largo plazo es mucho mejor. Yo suelo leer más libros antiguos que actuales porque un libro que sobrevive 200 años no lo hace por casualidad.

-¿Qué opina sobre su trayectoria profesional dentro de la literatura india?

-Espero haber contribuido a que la gente conozca mejor el mundo indio. Me gustaría que mis libros enseñasen al lector la realidad de India o Pakistán aunque nunca hayan viajado a estos lugares. Es curioso que en Occidente la gente enfatize el realismo mágico de mis relatos mientras que en la India el público los lee como historia. Cuando voy a Bombay la gente me dice que mis libros los podrían haber escrito ellos porque conocen las historias. Frases así me parecen un auténtico halago. Creo que Los Hijos de la medianoche abrió puertas a los escritores indios, algunos de ellos me lo han confesado. Supuso una apertura de la literatura india al resto del mundo. Desde entonces se han empezado a traducir sus obras a otros idiomas y muchos de esos escritores me han dicho que les ayudé a comenzar a escribir.