El que en su inauguración en 1941 fue el más elegante de los cines coruñeses, se encuentra en la actualidad despojado de todos los atributos que le llevaron a destacar entre el resto de las salas de proyección de la ciudad. A la espera de que el actual propietario del edificio, la Fundación Caixa Galicia, defina el futuro de estas instalaciones, el antiguo cine se asemeja ahora a un cascarón vacío del que han desaparecido todos los elementos que harían posible relacionar este céntrico recinto con una sala de espectáculos.

Tras adquirir el inmueble en 2007 a Amancio Ortega, la fundación optó por dedicarlo a oficinas y a las actividades de su Obra Social, lo que hace suponer que el viejo cine también podría ser dedicado a las iniciativas socioculturales que promueve la institución dependiente de la entidad financiera. Pero para que se ponga en marcha la reforma del edificio, que debe conservar su fachada, es necesario esperar a que concluya el proceso de revisión del Plan Especial de Protección y Reforma Interior de la Ciudad Vieja y Pescadería.

Cuando el cine Avenida abrió sus puertas el 16 de marzo de 1941, los coruñeses se quedaron conmocionados por el lujo que caracterizaba a sus dependencias. Uno de los detalles más comentados era que el personal encargado de acomodar a los espectadores era exclusivamente femenino, lo que en aquella época constituía toda una innovación, a lo que se unía que sus uniformes hacían juego con la tapicería de las butacas. Aquel día, la película que se proyectó fue Vivir para gozar, dirigida por George Cukor, en cuyo intermedio se efectuó un acto de recuerdo al arquitecto Rafael González Villar, diseñador del edificio, quien falleció antes de poder ver culminada su obra.

Este cine vino a sustituir a la sala que había existido en ese mismo lugar desde 1919, que primero llevó el nombre de Salón Doré y más tarde el de Teatro Linares Rivas, donde actuaron los artistas españoles más grandes del momento y se proyectaron las películas más taquilleras en aquellos primeros años del cine. En 1937 se optó por levantar en ese solar y otros adyacentes un moderno edificio de viviendas y oficinas, en cuya planta baja se instalaría también un cine.

González Villar, que contaba con un gran prestigio en la ciudad gracias a obras como la Casa Molina, en Puerta Real, recibió el encargo de proyectar el inmueble, que rompió en aquel momento el perfil del Cantón Grande, en el que las construcciones de la época tenían un máximo de cuatro plantas. Con sus siete alturas, el cine Avenida sobresalía especialmente en el centro de la ciudad, por lo que se le obligó a decorar sus medianeras para reducir el impacto visual que causaba su elevación.

El vestíbulo del cine fue el rasgo más característico del inmueble, ya que consiste en un pasillo semicircular que rodea al portal que da acceso a las plantas superiores. En ese corredor se situaban diferentes comercios y se exhibían las fotografías promocionales de las películas que se exhibían en la sala. La protección que proporcionaba ese amplio espacio en los días de invierno le convirtió en el lugar tradicional de cita de los jóvenes de la ciudad, incluso cuando el cine abandonó su actividad a principios de los años noventa.

Tras su compra por Caixa Galicia, el edificio fue cubierto con lonas a la espera de que por fin se ejecute la rehabilitación que haga posible su reapertura.