"Las becas en el extranjero abren muchas puertas, pero para irse", asegura Patricia Veiga, una Doctora en Biología de Coirós que, el curso pasado estuvo en la americana universidad de Georgetown (Washington) investigando un gen que está implicado en el cáncer de próstata. Dice que Estado Unidos es "otro mundo" porque lo que España se gasta en un mes no llega a una semana al otro lado del océano. Se fue a Georgetown porque el sistema de becas de la Xunta, el Incite, permite que una parte del contrato se ejecute en otros laboratorios, pero sabe que la situación, ahora "está muy mal", porque el Gobierno gallego no ha renovado el programa Incite ni ha creado uno diferente que lo sustituya.

Su contrato se termina a finales de año y no sabe todavía cómo quedará configurado su futuro. "Quiero seguir investigando y, aunque está muy complicado, mi idea es intentarlo", dice Veiga, cuyo futuro, como el de tantos otros estudiantes brillantes, depende de decisiones políticas que nada tienen que ver con sus progresos detrás del microscopio. "Somos una generación en la que se ha invertido mucho dinero", define y le duelen los recortes anunciados en investigación, sobre todo porque para los ciudadanos de a pie no son palpables y porque cree que es el camino incorrecto para salir de la crisis.

"La investigación es una de las primeras partidas que se recortan porque no somos visibles como lo es un gasto concreto en una carretera; en otros países en crisis, como Alemania o Francia, se ha optado por invertir más en investigación y desarrollo, y aquí la Xunta no da ni señales de vida", se queja. Recuerda cuando el programa Incite era envidiado por estudiantes que, como ella, se abrían camino en el mundo de la investigación. Se ve como los emigrantes que, años atrás, cogieron su maleta llena de recuerdos y se adentraron en el mar para forjarse un futuro más allá de las casas en las que habían nacido. "Somos una generación que estamos muy preparada y Galicia lo sabe, así que, lo único que hace es ahorrarle la inversión a otro país", dice Patricia Veiga, que califica su experiencia americana como "muy buena". Sabe que su estancia allí le abrirá puertas en el mundo de los laboratorios y la microbiología, el que ella eligió para doctorarse, aunque casi está segura de que ninguna de ellas estará en su tierra.

Tiene 33 años, nació en Ois (Concello de Coirós) y espera todavía a que la Xunta tome una decisión sobre su futuro y el de tantos investigadores que, como ella, tienen los conocimientos en su cabeza, pero precisan un dinero que se les niega para hacer con ellos algo útil para la sociedad, quizá salvar vidas o evitar dolores. Su trabajo es lento e "invisible", aunque en algunos países más que en otros es la clave para la recuperación de la crisis.