Los comerciantes de Elviña han iniciado su cruzada particular contra las obras que, desde primavera, se adueñan de su barrio. Están en contra de que les eliminen todas las plazas de aparcamiento de la avenida Pablo Picasso y de la calle Alexander von Humboldt y, para expresar su desacuerdo presentaron ayer, en el registro del Concello, más de medio millar de firmas que recogieron sólo durante el fin de semana en sus locales comerciales. "Éramos un barrio muy feliz y nos lo han venido a jorobar", se queja la estanquera Dori Boedo, que no entiende por qué un barrio al que todos adoraban por su "funcionalidad" necesita ser cambiado y "medioambientalmente sostenible".

Cifran sus pérdidas en un 40%, aunque algunos, como Lucía Sánchez, la propietaria de la zapatería Toysa, creen que "lo peor está por llegar", porque vaticinan que los vecinos de O Birloque ya no bajarán a Elviña a hacer sus compras y porque temen que el flujo se desplace a los centros comerciales y abandone el pequeño comercio en nombre de la belleza.

"Un barrio no tiene que ser patrimonio de la humanidad, para eso ya tenemos la Torre de Hércules, lo que tiene que ser es funcional y cómodo", dice Sánchez que, al igual que sus vecinos, se pregunta dónde aparcarán ahora los residentes en la calle Alexander von Humboldt, las casi mil familias que no tienen garaje en sus edificios y cuyos coches duermen fuera a diario.

Lo peor para los que tienen que convivir con las obras es la incerteza. No saben cuándo comenzarán los trabajos delante de sus puertas ni cómo harán para conseguir que los clientes no les cambien por otros cuando todo se complique todavía más, pero lo que más preocupa a los comerciantes es la ausencia de accesos al centro médico y la imposibilidad de llegar allí donde la calle está levantada. "¿Qué pasa si hay una desgracia al final de la calle von Humboldt? Los bomberos no pueden pasar y la ambulancia tampoco", se pregunta Enrique Camba, que cree que, al menos, deberían haberse mantenido viales para llegar al centro de salud. Inconvenientes a esta obra, los comerciantes se los ven todos, hasta la incorporación del carril bici que casi siempre es sinónimo de alegría en los barrios, les parece una pérdida de dinero.

"¿Para qué queremos aceras de cuatro metros si la gente no tiene dónde aparcar el coche para venir a pasear aquí?", se pregunta una señora que se mete en la conversación y sigue su camino, con paso rápido y sin mirar atrás. María José Morandeira, otra vecina, sin embargo, mira con envidia la obra y es que vive cerca del antiguo ambulatorio donde "el Ayuntamiento nunca hace nada". "Muchas madres llevaban a sus niños al parque y, mientras, ellas hacían la compra se peinaban y se tomaban un café, ¿Qué nos va a quedar ahora?", pregunta María Cao que, como Mónica Lago, de la panadería Gestal, defiende el pequeño comercio, las tiendas de los barrios que consideran que son las que, realmente "mueven el dinero en la ciudad".