Es 4 de mayo de 1820 y las llamas destruyen la reproducción de una horca para ejecutar reos del Campo da Leña. La ciudad liberal de A Coruña elevaba a los altares a su héroe en el inicio del feliz oasis de su Trienio. Las cenizas de Porlier, ajusticiado cinco años antes en el mismo lugar, fueron rescatadas de su condena en la iglesia de Santiago y paseadas en solemne cortejo para quedarse, con honores, en la desaparecida capilla de San Roque. Pero el fervor liberal fue un suspiro y los responsables locales realistas repuestos decidieron ofrendar a Fernando VII el ostracismo de uno de sus azotes. Así lo demuestra un acta municipal que ve ahora la luz gracias al libro que conmemora los dos siglos de San Amaro. El documento inédito revela cómo ordenaron silenciar los restos del militar en el cementerio popular, que todavía hoy permanecen sin localizar.

La publicación El cementerio de San Amaro: memoria de dos siglos, se presenta el viernes, día del bicentenario de la bendición del cementerio marino, como punto final del homenaje que ha realizado el Concello al camposanto a lo largo del año. En la elaboración de uno de sus capítulos, la periodista coruñesa Doda Vázquez halló y reprodujo las páginas de un libro de actas en el que se sentencia al olvido al ejecutado.

"Ofíciese al señor Juez Eclesiástico para que las órdenes oportunas para que las cenizas de Porlier que se hallan en la capilla de San Roque sean trasladadas al Cementerio General (San Amaro), deshaciéndose de cualesquiera monumento o epitafio que recuerde a su memoria", reza el documento, cuyas palabras ya habían sido incluidas por José María Fernández Caamaño en su publicación La Coruña vista desde sus libros de actas.

Aunque es una huella casi definitiva para confirmar que en San Amaro mora este ilustre vecino, todavía nadie ha revelado dónde se encuentra soterrado exactamente el mariscal, protagonista de la asonada de agosto de 1815, que pretendía restaurar la Constitución de Cádiz. Apresado en Madrid y encerrado en el castillo de San Antón, urdió esta revuelta con liberales locales, aprovechando la laxitud de la vigilancia en el islote carcelario y un traslado que había solicitado para tomar las aguas en Arteixo, con el objetivo de recuperar su salud, maltrecha por la humedad hostil de la bahía coruñesa.

El relato de aquel septiembre de 1815 es sabido como uno de los capítulos históricos más importantes de la ciudad. Juan Díaz Porlier da un golpe de mano en Pastoriza y dirige un levantamiento que triunfa en A Coruña y en Ferrol. Elevó entonces al Ayuntamiento coruñés tres exigencias básicas: que hiciese pública la proclama de restauración del régimen liberal, "dos mil raciones de carne" para las tropas sublevadas y muestras oficiales de alegría con luces y repique de campanas.

Pero camino de la expansión de la revuelta hacia Santiago, Porlier es apresado en Sigüeiro. La pena de muerte le esperaba a los 27 años en el Campo da Leña -Campo da Horca- tras un juicio sumarísimo. "Enterrose en el nuevo cementerio de esta mi parroquia del Señor Santiago, de La Coruña, en la cual se hallaba residente", dice la partida de defunción conservada en el archivo.

Pero el Trienio Liberal (1820-1823) -y más en una urbe donde arraigó un poso entusiasta de ideales constitucionales entre la burguesía- devolvió a la vida las cenizas de Porlier, con un acto en el que se llegó a quemar una horca en la plaza donde lo mataron. "Por la libertad santa en él ha dado, el heroico Porlier su último alento", declamó una niña participante en este cortejo singular. Así describe el diario madrileño El Conservador esta "mitificación póstuma", que recoge Antonio Meijide en Temas y personajes de la historia coruñesa contemporánea.

La vuelta de Fernando VII se propone aniquilar cualquier emoción liberal y lo que pudiese alentarla, como cualquiera de sus héroes y la orden de traslado a San Amaro es lo último que se sabe de los restos.