Antes de abandonar silbando alegremente el escenario del Palacio de la Ópera, Richard Egarr anunciaba su declaración de intenciones para la Misa del Réquiem de Mozart: "Que nadie salga diciendo que fue bonito. Que lo odien o que lo adoren". A sus órdenes tendrá esta tarde a partir de las 20.30 horas a la Orquesta Sinfónica de Galicia y a su coro.

-¿Siente presión por dirigir una obra tan esperada?

-Al contrario, es una grandísima obra de arte y disfrutaré con ella. ¿Por qué iba a sentirme presionado? El público debería sorprenderse, un concierto de estas características no debería ser pasivo. Quizás los tempos que utilicemos no les sean familiares, pero cada uno tiene sus propias ideas sobre este tipo de cosas.

-¿Se suma a las teorías que apuntan a otros compositores como autores de gran parte del Réquiem?

-Es que es cierto. Süssmayr fue alguien que tomó el material e hizo la versión más reconocida, la que llevaremos a cabo esta noche y le es más familiar al público. En la obra hay partes de Süssmayr, ya que Mozart no dejó información suficiente para la pieza entera. Ese fue el momento de tomar una decisión, de desarrollar un trabajo creativo. Los musicólogos modernos han hecho nuevas versiones, aunque admiro a Süssmayr. En aquella época tenía muy mala prensa, la gente decía: 'Esto no es muy bueno, Mozart jamás lo hubiese hecho'. Es cierto, pero para mí es una gran versión.

-La parte de la Lacrimosa es la más conocida por el público. ¿Ha tenido oportunidad de ensayar con el coro?

-Es preciosa, a la gente puede que le choque el tempo que le doy, no es demasiado lento (canturrea). El lunes comenzamos a trabajar con el coro y tuvimos varios ensayos, lo hacen realmente bien y hemos pasado un gran momento.

-¿Estaría más cómodo con Handel tras grabar siete discos suyos con la Academy of Ancient Music?

-Para nada. Me imagino que la gente me verá en el mundo de la música antigua, pero nunca he interpretado solo ese tipo de música, siempre he hecho música moderna. Soy un adicto a la música y me gusta todo tipo de buena música. Jazz, pop, soy fan de Prince, Björk, Eminem y hasta Lady Gaga, creo que es genial. Si es buena, me interesa. Me encanta explorar música en sus instrumentos originales. Averiguarlos me permite conocer los colores que los compositores tenían disponibles en su momento. Pero nunca diría que no debes tocar Mozart o Haydn en un instrumento moderno, me parece demasiado purista.

-Una crítica en el periódico Herald Scotland lo definía como "incansable". ¿Es tan energético en el escenario?

-Soy muy energético, me preocupa en ocasiones. Si hablas con miembros de la orquesta o del coro, te dirán que absorbo tanta energía de la música que no soy capaz de estar pasivo. La música debería ser así, hay que conectar con ella y el público también debería. Vivimos en una cultura en la que creemos que el público tiene que estar sentado y callado, cuando me parece que es totalmente erróneo. Deberían gritar y aplaudir durante gran parte de los movimientos. Es algo que siempre intento hacer con mis orquestas.

-¿Cree que el Festival Mozart será capaz de mantener su calidad a pesar del recorte presupuestario?

-Soy un juez nefasto para este tipo de valoraciones, pero imagino que sí. El programa es fantástico y tiene grandes nombres, como el del director Lorin Maazel. Espero que continúe así más años.

-¿Es una situación que se repite en otros festivales internacionales?

-Por supuesto. Vivo en Ámsterdam y las orquestas están viviendo una situación espantosa. Hay una anécdota con Winston Churchill, en la que uno de sus asesores le preguntaba durante la II Guerra Mundial si no debería parar tantos conciertos, a lo que él le contesta: '¿Y por qué cree que estoy haciendo esto?'. Lo consideraba como una parte imprescindible para la comunidad. Ahora se están viendo actuaciones muy estrechas de miras. Los gastos en el funeral de Margaret Thatcher supusieron un gasto de 11,8 millones de libras del dinero de los contribuyentes, el mismo dinero que se quitó al presupuesto para arte. Ese importe hubiese salvado mucho arte y música.