Diez años después, el Comité Antisida de A Coruña no ha podido crear todavía un negocio con el que quería tratar de reinsertar laboralmente a seropositivos en fase de recuperación. Y es que la entidad ha sufrido un drástico revés en su financiación debido a la crisis y, sobre todo, a la ley de la tijera que han impuesto las autoridades políticas.

La ONG coruñesa barajó en su momento varias actividades para la empresa ateniéndose a los condicionantes que los seropositivos padecen en su proceso de rehabilitación. Así no podría ser un trabajo que requiriese un esfuerzo físico excesivo debido a la disminución de fuerza que sufre este colectivo. Tampoco podría ser un empleo que pudiese marginarlos de la sociedad. Por ello, el Comité Antisida barajó la posibilidad de crear una compañía de atención a mayores o personas contagiadas también de VIH. Esta propuesta fue descartada por los miembros de la asociación que consideraban que muchas personas serían reacias a contratar a exdelincuentes o extoxicómanos para trabajar en sus viviendas. Finalmente, la propuesta ganadora fue la creación de una granja. Un empresa que cumplía con todos los requisitos que la ONG se ponía.

Por ello, tal día como hoy pero hace una década, el Comité Antisida anunciaba que crearía una empresa. Sus miembros aseguraban que acudirían a la Unión Europa en busca de los fondos mínimos necesarios para que la granja fuese una realidad. Igualmente recibirían una subvención de la Xunta en 2004 que ayudaría a conseguir su aspiración. Sin embargo, los años fueron pasando y el dinero nunca fue suficiente para plasmar el proyecto. La última intentona real fue en el año 2011. En el aire pululaba una posible donación privada con la que se podría realizar el programa integrador. Pero finalmente, las ilusiones se evaporaron cuando la donación desapareció. El proyecto tuvo que guardarse en un cajón del que todavía no hay previsión de salida.

El Comité Antisida de A Coruña vive inmerso en una situación económica difícil. Consigue subsistir gracias a las aportaciones de sus socios. Las autoridades, inmersas en esta fiebre del recorte en servicios sociales, no contribuyen lo suficiente como para ampliar los servicios que ofertan. Su actividad a día de hoy es de mínimos, de imprescindibles, de programas básicos para que los enfermos de VIH de la ciudad tengan la oportunidad de vivir dignamente.

Hace diez años, la emoción que embargaba a la ONG les llevó a afirmar que con la puesta en marcha del programa cerraban el círculo de lucha contra el sida. "Prevención, recuperación y reinserción en la sociedad", afirmaba la entonces tesorera de la organización Sonia García. Diez años después el círculo no ha conseguido cerrarse.

El Comité lleva a cabo cuatro programas básicos. El primero de ellos es el Punto de calor. Un local dirigido a cubrir las necesidades más básicas de la gente que está enferma y vive en la calle. Los usuarios del servicio pueden utilizar una ducha y aseo personal, una lavadora o internet. Los profesionales del centro ponen a su disposición también asistencia jurídica, ropa, comida, cursos y apoyo psicológico. El segundo programa es un plan de prevención. El Comité lucha contra los nuevos contagios informando a colectivos de riesgo como los adolescentes, los transeúntes, la población inmigrante o el colectivo de prostitutas. Igualmente realizan campañas de reparto de preservativos en zonas sensibles. El tercer programa es un piso de acogida para enfermos de sida que carecen de recursos, económicos, sociales y familiares. Su catálogo de servicios se completa con un programa de atención y apoyo a la población reclusa. En este caso, un comité formado por una abogada, una psicóloga, trabajadores sociales, mediadores y un entrenador de boxeo realizan su labor en el centro penitenciario de Teixeiro.

La organización cumple con estos cuatro programas, las fases de prevención y recuperación. Sin embargo, la falta de subvenciones y apoyo económico les ha impedido durante estos diez años cumplir su aspiración de dotar a este colectivo, potencialmente discriminado de la sociedad, de un programa que culmine con su reinserción en la población activa. La ley de la tijera, de los recortes, de la minimización del gasto social ha impedido que el círculo de la lucha contra una enfermedad como el sida se cierre.