José Manuel Castro lleva desde el año 1971 asentado en un negocio del Agra, donde representa como presidente a los comerciantes de la calle Barcelona, la más transitada y la que tiene más establecimientos. Partidario de "reeducar al cliente" antes que transformar los comercios, duda de la efectividad de las propuestas que el Concello aplicará en el barrio para levantar el pequeño comercio dentro del programa Urbana C y defiende la necesidad de "mimar" a los compradores.

-¿Le gusta la iniciativa del Concello para impulsar el comercio local en el Agra? ¿Augura resultados positivos?

-Todo lo que se haga es bienvenido, pero dudo de que resulte positivo. Para mí es un poco una pérdida de tiempo. Yo le he propuesto a Luisa Cid (responsable de Empleo y Empresa) más de dos veces que lo que tiene que hacer el Concello es una reeducación del comprador. Hay que promover que los clientes de la ciudad vayan al pequeño comercio, al de barrio. Se ve que ella se preocupa por el comercio, pero la clave es la educación. Estos proyectos son fuegos artificiales, muy bonitos pero poco duraderos.

-¿Puede entonces perjudicar de algún modo al comerciante asentado en el barrio?

-No, tampoco quiero decir eso. Los comerciantes estamos al día, cuidamos nuestros negocios, mimamos al cliente, le escuchamos. Estamos curtidos. Cada uno quiere diferenciarse del otro y tiene que hacerlo para atraer a un cliente y no interrumpir al del otro. Juntar a los comerciantes de una misma calle o zona para que hagamos lo mismo es tiempo perdido. Que ahora vengan unos señores trajeados desde una oficina del piso 20 y te digan cómo tienes que tratar a tu cliente... en la calle la realidad es otra, y ellos ven el mundo de otro color. Le pasa a los políticos y a este tipo de asesores, que no pisan el charco.

-El informe con el que el Concello estudió la actividad en la zona concluye, entre otras cosas, que "el comercio no se mueve en la dinámica de la sociedad". ¿Está de acuerdo?

-No. En la calle Barcelona y en sus paralelas y perpendiculares se han abierto negocios variados: una tienda especializada en baile, algo que no hay en la ciudad; otra de ropa rockabilly y disco, prendas raras; hay de cómics, jamonerías buenas, restaurantes, asador, raxería, variedad de calzado... El comercio sí se mueve. Los que no se mueven son ellos, sentados en la oficina ante el ordenador. Que no vengan a hacer un estudio, sino a buscar trabajo a la gente, ya verás como la gente acude al comercio. Porque hay oferta.

-Pero hay menos clientes.

-Y no podemos quejarnos porque vivimos de la gente de la zona. Somos el barrio más poblado, la zona que más aporta en impuestos a la ciudad. Pero se abrió la mano a los centros comerciales y eso es lo que tira a los jóvenes ahora, que han sido educados en la cultura del centro comercial.

-¿Cómo deben captar al clientes ustedes los comerciantes?

-Lo primero es no perder a los que tenemos, al revés que las compañías telefónicas. Al que entra se le cuida con detalles o regalitos para que vuelvan y atraigan a otros. El truco es tener el precio que les gusta y el artículo adecuado. Y se lo dejas llevar a casa y cambiarlo. Y después, con las campañas publicitarias que podamos. Lo que hace el Ayuntamiento, el rasca y gana, es estupendo. Lo que hizo la Federación de Comercio de los cupones de regalos, muy bien, supuso que 15.000 euros entrasen en las tiendas directamente. Las noches blancas son campañas de imagen, pero no son rentables. El Coruña Wapa es un escaparate, y de eso no vives.

-¿Qué debilita al pequeño comercio en el Agra?

-Lo que más, los problemas de movilidad, la falta de aparcamiento. Se pide a la gente que vaya andando, pero sigue cogiendo el coche.

-¿Y qué lo fortalece?

-Que la calle Barcelona, y otras cercanas, son calles vivas y transitadas, iluminadas, que tienen comercio. Y el trato es cercano porque tienen profesionales de verdad. Eso vale mucho, la confianza.

-¿Les amenaza algo más que la crisis y la falta de consumo?

-Los centros comerciales son la gran competencia, cadenas como Decatlón, que se ha cargado las tiendas de deportes, o Primark, con productos de mala calidad. Pero claro, el bolsillo llega hasta donde llega.

-¿En qué ha cambiado el cliente del barrio respecto al de los años ochenta y noventa?

-Que todo el mundo antes tenía trabajo. Y solo había un centro comercial y un Continente. Ahora hay 12 y los que trabajan allí no tienen buenos contratos. Sobreviviríamos si hubiera trabajo, pero ahora la gente va triste por la calle. Pasa en el Agra y en la avenida Finisterre, San Andrés, la calle Real...