El otro agujero de O Parrote quedará enterrado sine die. La Autoridad Portuaria, el Concello y los responsables del proyecto han decidido que los restos de fortificación que permanecían expuestos bajo una sucia y abandonada placa de vidrio en Puerta Real sean tapados de nuevo. El yacimiento fue encontrado en 2006 frente a la Casa Molina, cuando se excavaba para instalar un transformador eléctrico. El boquete estuvo abierto y desprotegido dos años hasta que se abordó su cubrimiento, justo cuando las obras del parking adyacente quedaban bloqueadas por el hallazgo de un baluarte que Patrimonio ordenó conservar.

La Autoridad Portuaria sacó a concurso ayer las obras de urbanización de la superficie de la Marina, con un presupuesto de 5,6 millones de euros, que triplica la cifra prevista inicialmente por el Puerto y el Ayuntamiento, que justifican el encarecimiento en la rebaja en la adjudicación del túnel.

En la memoria arqueológica del proyecto hay un apartado dedicado a este tramo de muralla que, según analizaron los historiadores en el momento en el que salió a la luz, en abril de 2006, pertenecía a los accesos a la Ciudad Vieja construidos en el siglo XII. Estuvo a la intemperie dos años, desde que se abrió en el lugar una zanja para instalar un transformador eléctrico y los contenedores subterráneos tras el kiosco de Puerta Real.

Los especialistas contratados para el análisis patrimonial previo a las obras de la Marina, de la empresa Tomos SL, analizan que la ventana arqueológica que los protege no es "la más adecuada" ni para "la correcta conservación de los hallazgos ni para conseguir el fin divulgativo inicialmente pretendido con esa construcción al dificultar la visualización de los mismos". Además de la falta de mantenimiento del cristal por parte del Concello, el agujero se ha convertido en una incívica papelera improvisada.

La empresa de arqueología propone dos posibles soluciones. La primera, retirar la estructura actual "sustituyéndola por otra menos agresiva urbanísticamente y que facilite la visión de forma más adecuada". Estaría a la ras del suelo y necesitaría un proyecto específico.

La segunda opción, que es la que recomienda la empresa contratada, es el tapado de las estructuras arqueológicas "si no se puede asegurar un mantenimiento adecuado de las mismas". Habría una actuación previa de protección. "limpieza, cubrición con geotéxtil y áridos de calibres finos, análisis de la estructura de hormigón que la rodea...".

Los propios arqueólogos reconocen que esta opción puede resultar "contradictoria con respecto a la idea de hacerlos visibles para la ciudad" pero justifican la decisión: que no está garantizado "un mantenimiento adecuado de los mismos" y la "poca información demostrada que se tiene". Algo que, aseguran, hace que haya "serias dudas" sobre la cronología y funcionalidad de la fortificación (la fechan entre el XVI y XVII). Añaden como argumento "la presencia en el contorno inmediato de otros elementos arqueológicos -el baluarte de O Parrote- que cuentan con una entidad física e histórica más considerable y que, además, disponen de un proyecto expositivo adecuado". El Gobierno local, que confirma esta decisión, argumenta además que obedecen a un "deseo general" por la situación en la que se encontraba.