La asunción por las administraciones de las actividades sociales que realizaba en A Coruña la congregación de las Adoratrices animó en 1996 a esta orden religiosa a intentar vender la residencia que poseía en la calle Gregorio Hernández. Su objetivo era conseguir recursos con el fin de financiar el mantenimiento de la orden y, para obtener los más elevados posibles, solicitó al Ayuntamiento que recalificase su parcela para convertirla en residencial.

La negativa municipal hizo que las monjas se desanimasen y que en octubre de 2003 vendieran los terrenos al empresario Juan Carlos Rodríguez Cebrián. Curiosamente, en junio de 2005 el Gobierno local anunció su proyecto de recalificar el solar para autorizar la construcción de viviendas. El entonces alcalde, Francisco Vázquez, justificó este cambio por la mayor capacidad negociadora de Rodríguez Cebrián frente a las Adoratrices y no vio ningún problema en el cambio de actitud del Ayuntamiento.

Pero las sorpresas en esta zona no acabaron aquí, puesto que otros 1.500 metros cuadrados situados tras la antigua residencia de las Adoratrices y que la orden cedió al Arzobispado para la construcción de una nueva iglesia parroquial, fueron vendidos a una promotora inmobiliaria, que tenía proyectado un edificio de siete plantas en esa parcela. Las autoridades eclesiásticas explicaron que su decisión estaba fundamentada en que el pequeño tamaño de ese solar hacía imposible la construcción de un templo.

Un año más tarde, el Ayuntamiento aprobaba la recalificación del solar de las Adoratrices, aunque en 2007 los responsables municipales todavía esperaban por la aprobación de la Xunta, que debía autorizar este cambio en el plan general. La demora en los trámites urbanísticos tuvo un efecto nocivo en los proyectos inmobiliarios para esta zona, ya que la irrupción de la crisis económica causó la paralización de la práctica totalidad de las iniciativas de edificación en la ciudad. Desde entonces, el terreno que albergó la residencia de las Adoratrices y el situado a sus espaldas permanecen vacíos a la espera de que sus propietarios reactiven los planes que tenían para ellos.

La venta de este edificio religioso fue uno más de los que se produjeron en los últimos años en la ciudad, como el colegio de las Josefinas, la iglesia de los Carmelitas, la antigua iglesia de los Jesuitas y el asilo de Adelaida Muro, que dejaron paso a inmuebles residenciales.