La feria medieval de A Coruña comenzó ayer con los primeros curiosos vagando por los puestos antes que ningún representante político u oficial. Los visitantes se acercaron a las casetas y curiosearon la artesanía o lar armas medievales. Para algunos ya eran los productos esperados de siempre, para otros algo nuevo y asombroso.

La plaza de Azcárraga rebosó animación desde muy pronto. Los puestos de comida comenzaron a preparar la carne en las parrillas, los kebabs o colocando las mesas de té a la sombra de los árboles.

Entre los tenderos, artesanos y mesoneros comenzó a aparecer una extraña fauna que hizo que todos se echasen a un lado. Los saltimbanquis cruzaron la plaza a toda velocidad arrastrando su bola gigante, sus cuchillos y sus piruetas. Los asistentes siguieron a los acróbatas con la mirada sin entender su destino ni sus prisas, mucho sonrieron y esperaron. Mientras tanto, otros visitantes comenzaban a marcar sus prioridades. "Tengo que comprarme semillas de amapola, son esenciales", decía uno.

El sonido de las gaitas ensordeció la Ciudad Vieja. La conmoción continuó con el repique de los tambores y la marcha de saltimbanquis, malabaristas, ogros e incluso un pastor de ocas. Un espectáculo que se convirtió en el objetivo de todos los teléfonos móviles, las tabletas y miradas de los presentes.

El séquito continuó con otro grupo de gaiteros, otro ritmo y más acrobacias. Abría la comitiva el alcalde, Xulio Ferreiro. Cerraron la marcha los caballeros errantes de las justas y los heraldos italianos con su juego de banderas. Esta marcha fue solo un adelanto de las atracciones que invadirán las calles de la Ciudad Vieja durante los próximos cinco días, un tiempo para enseñar el lado más divertido de la Edad Media.