Por el subsuelo de la ciudad, a lo largo de tuberías, desagües y una laberíntica red de alcantarillado, fluyen miles de litros de aguas residuales y agua de lluvia, conviven insectos y roedores y se acumulan toneladas de lodo. Agua y tierra sucia son extraídas a diario de las autopistas subterráneas por parte de los servicios de limpieza de sumideros, un trabajo que realizan desde 2007 cuatro camiones hidrodinámicos de la empresa Valoriza, perteneciente al grupo Sacyr. En todo un año sacan a la superficie alrededor de 350 toneladas de residuos sólidos acumulados bajo tierra. En 2014 el volumen extraído superó las 351 toneladas, prácticamente 1.000 kilos de lodos al día, según datos proporcionados por la empresa municipal de aguas, Emalcsa.

La rama de Agua de Valoriza Servicios Medioambientales se encarga de la limpieza de la red de alcantarillas de A Coruña, además de alguna acometida privada; en otras ciudades españolas la empresa es también la responsable de la depuración y de funciones de abastecimiento. Emalcsa asume la gestión posterior de los residuos generados en el subsuelo coruñés, que incluye su traslado y el posterior tratamiento.

Desde las ocho de la mañana hay cada día cuatro camiones cisterna de esta firma repartidos por la ciudad para introducir sus mangueras de limpieza en los pozos del alcantarillado. Tres de ellos tienen un depósito con capacidad para 12.000 litros, de los que 8.000 son para almacenar agua turbia y suciedad y 4.000 para agua limpia; un cuarto camión es más pequeño. Cada unidad tiene al menos dos trabajadores y cubre diferentes zonas de la ciudad, por las que acude para realizar sus tareas una vez a la semana, explica la jefa de este servicio, Raquel Varela. La empresa opera en total con 19 empleados en A Coruña.

La profundidad de los pozos urbanos coruñeses es variable, algunos no llegan al metro mientras que otros alcanzan los diez. Las mangueras, de entre 100 y 120 metros de longitud, constan de una bomba de agua para remover el interior del conducto y un depresor que aspira elementos sólidos.

Una vez levantada la tapa de la alcantarilla e introducido el tubo en el pozo, la fuerte presión del agua que expulsan los chorros de la manguera la impulsa hacia dentro para mover arenas, grasas, trapos y otras sustancias incrustadas que absorbe. En ese momento el hedor que emana desde las tripas residuales a la superficie -sea cual sea el punto de la ciudad- es difícil de soportar, algo a lo que a fuerza de costumbre se han familiarizado los trabajadores.

Si la suciedad está mucho más adherida a los conductos del alcantarillado es necesario que algún operario utilice largas palas para despegarla y facilitar su extracción. Para finalizar la incursión en el pozo se da otro manguerazo. Todo el lodo termina en la cuba del camión cisterna, que puede tardar varios días en llenarse plenamente, resume José Luis Cea, el encargado del servicio.

Los camiones hidrodinámicos se distribuyen por la ciudad. Cuando uno de ellos inicia su jornada suele escoger el extremo de una calle, destapa un pozo, trabaja allí y prosigue en línea recta por la misma vía, no necesariamente en cada una de las alcantarillas. Después se desplaza a otra calle del mismo barrio y repite el procedimiento de limpieza hasta cambiar de zona.

Este periódico acompañó esta semana a uno de estos vehículos al comienzo de su jornada en el barrio de Sagrada Familia en compañía de la jefa y el encargado del servicio de Valoriza. En sus rondas de trabajo por calles es necesario delimitar la zona de actuación con conos, pero la actividad no genera más molestias a vecinos y conductores que las relacionadas con el mal olor que sale de las entrañas de la ciudad. Cuando el trabajo se centra en vías de mayor tránsito y más anchura, como la avenida Alfonso Molina o Juan Flórez, hace falta aumentar las señalizaciones y a veces es precisa la intervención de agentes de tráfico para evitar atascos o incidencias.

El equipo de trabajo de estos camiones cisterna está en ocasiones completado por una furgoneta dotada con una cámara de inspección. Este delicado instrumento, enlazado al extremo de un cable estrecho de 50 metros de longitud, se introduce por las alcantarillas tanto para comprobar cómo queda completada la limpieza como para localizar y visualizar posibles obstrucciones o averías en la manguera o en la red de tuberías.

Una vez que el agua y la arena se han extraído de las alcantarillas y llenan la capacidad de cada camión los residuos son vaciados de las cisternas y se trasladan a una explanada reservada para el almacenamiento ubicada en la zona de Nostián. En esta fase del proceso la empresa encargada de limpieza finaliza su intervención y es Emalcsa, a través de otras firmas, la que asume tanto el desplazamiento de los lodos como su tratamiento. Tiene bajo su responsabilidad unas 350 toneladas de residuos cada año, según sus propios datos, lo que equivale a que a diario se recogen alrededor de 1.000 kilos.

Los residuos se recogen en contenedores especializados y se transportan luego en grandes camiones desde Nostián a un gestor de tratamiento en la mina de cobre de Touro, a unos 20 kilómetros de Santiago. Allí hay una empresa, Tratamientos Ecológicos del Noroeste, dedicada al compostaje que también fabrica lo que se denomina tecnosol o suelo artificial, con el que se regenera con lodos la propia mina de Touro.

Los residuos son pretriturados, seleccionados y clasificados manualmente antes de pasar a la fase de higienización con aplicación de calor y temperatura, de la que se obtiene la materia válida y apropiada para la generación del suelo sintético, explican fuentes de Emalcsa. Todo el proceso cuenta con la autorización y supervisión de técnicos de la Xunta.

La fabricación del tecnosol es parecida a la del compost, pero el material es muy diferente. Incluye, además de la fracción orgánica del compost (biomasa, lodos de depuradora, cenizas), la fracción inorgánica (restos del asfaltado de pistas de aeropuerto, restos de carpintería del aluminio) que completa la fabricación de verdadero suelo y que será la responsable de obtener la estructura que al compost le falta con respecto al suelo y al tecnosol. Ahí finaliza el ciclo por el que discurren los residuos que genera el mundo oculto bajo los pies de los coruñeses.