Muchos de los hosteleros de la ciudad, sobre todo los del centro, redoblan en verano sus advertencias para intentar evitar que los clientes entren en sus locales con comida o bebida comprada en otros establecimientos. Son muchos los propietarios de negocios que, cansados de ver cómo algunos se sentaban en sus mesas a degustar alimentos adquiridos en otros lugares, optaron por poner carteles en sus puertas o sus menús en los que informan de que prohíben comer productos de fuera. A buen seguro que más de uno lo volverá a intentar, pero, por advertirlo por escrito, que no quede.