El ilusionista salmantino Paulino Gil protagoniza hoy a las 19.00 horas en el teatro Colón el espectáculo Chequín, una obra que apuesta por mezclar magia y teatro.

-En la función utiliza mucho la gestualidad.

-En Chequín somos dos personajes en escena, uno que es el recepcionista de un hotel imaginario que se llama Stravaganza, y el mío, un viajero, que llega al hotel y al que empiezan a suceder cosas mágicas. Utilizamos el gesto para expresar emociones y para que la gente se divierta, que es lo que pretendemos.

-¿Es un modo de comunicación más difícil que la palabra?

-No es más fácil ni más difícil, pero tratar de perfeccionar un lenguaje que no sea verbal es más complicado que el verbal. En este puedes decir una emoción aunque tu gesto, cara, cuerpo, no lo diga. Aunque dejamos una parte a la improvisación, nuestro espectáculo está muy medido en gestos. Tiene que haber mucha complicidad entre los dos.

-Ganó el premio al mejor espectáculo de magia cómica en el Campeonato Mundial Street Magic de Alemania. ¿Humor y magia van siempre de la mano?

-Muchas veces sí, pero no siempre. En Alemania competimos magos de 16 países. Yo no me enteré de que era un concurso hasta que estaba allí (ríe), estábamos contratados para actuar en distintos lugares. Lo que más gustó al jurado fue la puesta en escena: es una magia con muchos gags visuales y un componente teatralizado.

-¿El futuro pasa por mezclar magia con teatro?

-No es que exista una tendencia general, sino que depende de cada intérprete. Hay tendencias de todo tipo. Las magias van impregnadas por la cultura de cada país. En España nos gusta ser alegres, divertirnos. Hay muchos artistas en España que utilizan la parte cómica para hacer magia. Nosotros nos hemos marcado un reto: hacer un espectáculo de sesenta minutos en el que todo tenga su justificación y en el que lo más importante es que Leonardo, mi personaje, no es un mago. A él le pasa la magia.

-¿Los magos se han esforzado por llegar a un mayor público?

-Sí, creo que ha sido eso. Hace unos años, cuando hacías magia en España, lo asociaban a cumpleaños, comuniones, a los niños. Pero la culpa la teníamos los magos, porque solamente hacíamos magia muy limitada para sitios muy pequeñitos, que también es importante, sin apuestas más cuidadas. Lo que queremos los magos es tener un público adicto y adepto a nuestro arte. Pero, aunque nosotros hagamos magia cómica, tiene que haber apuestas serias, muy profesionales y muy bien tratadas.

-¿El espectáculo busca llegar a todos los públicos?

-En nuestro caso sí. Todos los espectáculos que he producido son para todos los públicos, y Chequín no es solamente para niños, jóvenes o papás. Es como una paella mágica: a ti a lo mejor te gusta el arroz con gamba, a otro el arroz cuando coge el conejo, otro el pimiento? Todos estamos disfrutando, pero cada uno con un sabor diferente.

-Es un planteamiento de espectáculo ambicioso.

-Sí, queríamos hacer un espectáculo diferente a todas las apuestas que se estaban realizando. Queríamos crear una cosa diferente, sobre todo en su estructura. Podíamos no haber acertado, pero se ha trabajado y se ha ido puliendo y mejorando desde que se estrenó el espectáculo.

-Nació en un pueblo de menos de 7.000 habitantes, Peñaranda de Bracamonte. ¿Cómo se aproximó a la magia?

-Sí. Allí nació un gran artista, Wences Moreno, que no es muy conocido en España pero que hizo su carrera en los años 50 y 60 en Estados Unidos y el resto del mundo. Tiene una calle en Manhattan. Actuaba prácticamente todas las semanas en el Ed Sullivan Show, el espectáculo de televisión más importante de Estados Unidos en aquellos tiempos. Fue considerado el mejor ventrílocuo del mundo, pero también hacía magia. De pequeño me lo presentó mi padre y creo que ahí empezó mi interés por hacer cosas de magia.