Sonia cortó con su emotivo discurso la cinta de inauguración del "escaño ciudadano" en el pleno de A Coruña. El 14 de septiembre, en torno a las once de la noche, esta madre coruñesa tomó la palabra ante la Corporación local y reclamó a los concejales garantías de que ningún niño con diversidad funcional quede fuera de los campamentos municipales por falta de monitores especializados. Rogó que la exclusión de su hija por ese motivo fuese la última.

Tras Sonia y hasta medianoche, Marina reclamó el fomento de las viviendas sociales; José pidió más apoyo al comercio de barrio; Ignacio demandó rebajas en el recibo del agua; Rubén recomendó que el Ayuntamiento asuma la gestión de los polideportivos de la Xunta para mejorar el servicio; Roberto destapó barreras arquitectónicas que aún existen en lugares que deberían ser accesibles, como centros sanitarios; María del Carmen se quejó de la invasión de coches mal aparcados alrededor del colegio de Eirís; y María Luisa demandó más apoyo de la Orquesta Sinfónica de Galicia a los músicos locales.

La intervención de estos ocho vecinos, los primeros en tener voz en los plenos municipales, supuso una sacudida de realidad en la cámara municipal. Alguno pidió a los políticos, al borde del ruego, que se pusieran de acuerdo por el bien de la ciudad. Sus demandas, inquietudes, temores, consejos, quejas... trasladaron al Palacio Municipal asuntos inéditos en los debates de la Corporación o por los que, como mínimo, los concejales suelen pasar de puntillas.

Este lunes, en la segunda edición del escaño ciudadano, como el Gobierno local ha denominado esta fase de las sesiones, la brecha entre el debate político y las preocupaciones de los ciudadanos se mantuvo. Tras discusiones entre los grupos municipales que por momentos no conducían a ningún fin y se enmarañaban en ataques y contraataques, ahí se plantó Alla, tras cinco horas de espera, y relató su drama: la administración le ha retirado la renta de integración social, no ha podido comprar todos los libros de texto a su hijo porque la beca de la Xunta solo cubre 180 euros y su precaria situación la sume en deudas que, en un círculo vicioso, le impiden acceder a las ayudas municipales. Alberte, presidente vecinal de Monte Alto, solicitó mejoras en Adormideras y que no se construya en la cantera; María José reclamó más limpieza en las calles; y José demandó más presencia de la Policía Local.

La posibilidad de que los vecinos intervengan en los plenos consta en el reglamento orgánico municipal, vigente desde 2003, pero no se ha hecho efectiva hasta ahora, doce años después. La norma, aprobada por el PSOE y el PP, faculta al alcalde para abrir y cerrar este turno cuando considere, pero el actual regidor, Xulio Ferreiro, dictó en agosto una instrucción que concreta cómo se regulan estas intervenciones vecinales.

Las dos primeras experiencias del escaño ciudadano evidencian la distancia entre las cuestiones que preocupan a los ciudadanos y el debate político en la ciudad. De ellas no solo deben salir respuestas a las preguntas y soluciones a los problemas por parte del Ayuntamiento. Los grupos municipales deben aprender de ellas para reconducir sus enfrentamientos, en muchas ocasiones estériles y sin sentido ni argumentos, en un intento de llegar a acuerdos por el bien de la ciudad. "Por favor, ¡pónganse de acuerdo!", les suplicó José en septiembre. E incluso nosotros, los periodistas, y los medios de comunicación tenemos que tomarlas como referente para no olvidar las pequeñas historias que ayudan a construir a diario una gran ciudad.