"Esto que acabamos de hacer, en otras ciudades es legal, sin embargo, aquí nos pueden multar", explica Fran Carreira, que es asesor de la asociación Grumico en el área de accesibilidad. Se refiere a aparcar el coche unos minutos en una zona de carga y descarga porque en la calle Socorro no hay ningún aparcamiento destinado a personas con movilidad reducida. Carreira es arquitecto y asegura que, si antes estaba concienciado con la accesibilidad, desde que se mueve en silla de ruedas lo está mucho más y se da cuenta de detalles que, para las personas que no tienen ninguna discapacidad, pasan desapercibidos, pero que se convierten en barreras casi insalvables cuando se ven desde su perspectiva.

Y pone un ejemplo, el rebaje de las aceras. Sobre el plano "queda muy bonito", explica, aunque después, esa plataforma única en la que coches y peatones conviven no es operativa. En el caso de la calle Socorro, frente a la Cocina Económica, se puede ver la marca de la antigua acera y el espacio ganado por la fachada tras esta actuación. "Lo que era un escalón que, con cierta práctica puedes llegar a subir, se convierte en un obstáculo muy grande", explica Fran Carreira, que pone el foco en esta calle porque, habiéndose reformado "hace poco" incumple en muchos puntos la normativa de accesibilidad.

Y porque tiene una inclinación casi imperceptible para los peatones pero que obliga a las personas con movilidad reducida a no poder acompasar el impulso que le dan a la silla de ruedas con los brazos.

En este caso, aunque la comunidad tuviese rampa, ahora no le valdría, porque tendría un escalón en la confluencia con la calle. "Y si quisiesen hacerlo ahora tendrían problemas, porque no se puede invadir la acera para hacer una rampa", añade su pareja. En la misma situación está la calle Federico Tapia, que también fue reformada recientemente y presenta barreras arquitectónicas en todo su recorrido.

Carreira forma parte del grupo de accesibilidad del Concello y tiene en mente ya varias actuaciones que podrían hacerse para facilitar que las personas con movilidad reducida o con discapacidad puedan recorrer la ciudad de una manera más cómoda y más segura. Entre ellas está que se cumpla la normativa de plazas de aparcamiento para discapacitados. Tiene que haber una por cada cuarenta de las normales. Una ratio que no se cumple. "Algunas plazas están pintadas para discapacitados y no son accesibles", explica Carreira. Unas veces porque no cumplen con las medidas, otras porque la señal está en el medio de la plaza y no permite la apertura de las puertas o del maletero con normalidad y otras porque, simplemente, están mal colocadas.

La del centro médico de Mesoiro, por ejemplo, está en el medio de una cuesta y los usuarios tienen que bajarla para poder cruzar y volver a subirla para poder acceder al centro sanitario.

"Nos hacen más dependientes de lo que somos en realidad", explica Fran Carreira, que asegura que los centros comerciales son los que más se preocupan por ser accesibles. "No quieren perder a ningún cliente", ironiza Carreira, que se queja de que hay negocios a pie de calle en los que no puede entrar porque tienen escalones y de que, a veces, en el cine le ponen en la primera fila y, en el teatro, en la última. "Queremos las mismas oportunidades que los demás, poder elegir como todo el mundo. Lo que reclamamos es una necesidad", comenta.

Considera que la mejor manera para que los técnicos puedan ejecutar las obras con sensibilidad y crear una ciudad más accesible es que puedan vivir la experiencia de estar un día en una silla de ruedas o experimentando cualquier otra discapacidad. Señala que A Coruña, con todas sus deficiencias, no es la ciudad que peor está en cuanto a accesibilidad, aunque Pontevedra, le lleva ventaja. "Cuando van a hacer obras consultan a los discapacitados", resume. Tan sencillo como eso.