Veinte años exactos han pasado desde que la Xunta inició el expediente para declarar Bien de Interés Cultural el pazo de San José, engullido en la frontera con la refinería. Dos décadas también en los cajones para el cementerio de San Amaro. La misma categoría, máximo nivel de protección existente, se pidió para El Pasatiempo de Betanzos en 1981. La Terraza de Sada espera desde 1975. Todos los casos sin resolver, todos caducados. Hay un patrón. Un laberinto lento y arbitrario en la Xunta, que ha adoptado en las últimas dos décadas una política conservadora, justificando, habitualmente, que las garantías son suficientes. Un laberinto también en los propios Concellos, que en ocasiones han dejado morir los procesos, cuya resolución positiva obligaría a mirar con lupa y a limitar las actuaciones en el elemento y su entorno. ¿Qué pasó con los jardines de Méndez Núñez? El PSOE demandó para ellos categoría de BIC para combatir el botellón, el PP proclamó, aún en la oposición, que lo había desbloqueado gracias a la Xunta amiga. La realidad que se acabó revelando es que el expediente no se llegó a abrir. En suspenso también está la extensión del área BIC de la Ciudad Vieja, tal y como propone el nuevo plan especial. Aprobado el documento en enero de 2015, nunca se anunció la solicitud formal a la Xunta. El Concello está a tiempo, toda una declaración de intenciones. También en Patrimonio, los títulos son importantes. La descatalogación del asilo de Adelaida Muro lo condenó. La distinción de la Unesco a la Torre le dio un escudo contra la puntilla del frenesí urbanístico que la encerró.