"Cuando abrimos la primera biblioteca, en la Sagrada Familia, la gente no sabía ni lo que era. Los pocos que entraban lo hacían con miedo. Lo primero que preguntaban era cuánto iba a costar". Quien echa la vista atrás es Isabel Blanco, directora de la red de centros municipales, cuyo primer centro se inauguraba un 13 de mayo de 1991 y que está, por tanto, a las puertas de cumplir un cuarto de siglo. Afrontan su madurez con un proceso de reflexión en tiempos de cambio.

En los últimos tres años han caído sus usuarios, primero, por la crisis y los recortes presupuestarios para actividades y compra de títulos, un descenso similar al de muchas bibliotecas españolas. Y segundo, por la multiplicación de las maneras de acceder a información y publicaciones, la mayoría virtuales. Pero Blanco defiende las bibliotecas más allá de su función primigenia, como espacios "amigables", espacios de relación en un mundo en el que la socialización física no está de moda.

Con 25 años ha llegado el momento de pararse a pesar. "Ahora que la red está completa en cuanto a número de edificios", quieren elaborar un diagnóstico de la situación y, sobre él, un plan de actuaciones. Por esto, durante las próximas semanas se sentarán, por centros, todos sus trabajadores, que reflexionarán sobre el presente y futuro del servicio que prestan.

La directora entró a trabajar en 1990 para preparar la apertura de las tres primeras sedes: la de la Sagrada Familia y dos de Durán Loriga: la Infantil y Juvenil y la de Estudios Locales, que se pusieron en marcha simultáneamente dos días después. "Los primeros que comenzaron a venir fueron los niños, con ellos enganchamos a las madres y después a los padres; ahora la mayor parte de los usuarios son adultos y no preguntan, demandan: títulos, servicios, actividades? y mucha formación", dice sobre la evolución de los que entran por la puerta de la red, la cara positiva del legado del vazquismo en A Coruña.

En mayo de 1996 se inauguraban las bibliotecas del Forum, O Castrillón y Monte Alto, crecía la familia en 2009 con Os Rosales y se completaba en 2011-2012, con el Ágora, con dos inauguraciones (pre y post electoral). Hace dos años, cuando los usuarios pasaban de los 107.000, realizaron la primera actualización del censo de su historia, del que se cayeron tanto fallecidos como aquellos de la lista que no habían usado su carné en cinco años. Ahora realizarán esta limpieza cada tres años. Entre este proceso y el descenso general, 2015 cerró con 81.691 socios. Al tiempo, las bibliotecas vieron disminuir otros de sus números de 2012 a 2015, al igual que sus compañeras de todo Estado. El número de préstamos bajó progresivamente de 166.555 (2012), el primer año con todos los centros abiertos y primer ejercicio del anterior Gobierno, a 139.144 (2015). El número de visitas (que se cuentan independientemente del uso que se realicen) pasaron de 1.084.530 (2012) a 982.918 (2015). En 2012 las nuevas altas fueron 8.688 y en 2015 sumaron 6.305.

El paisaje humano es muy diferente al de hace 25 años, aunque con viejas costumbres que no cambian. Uno de los primeros usuarios de la Sagrada Familia fue un vecino de 93 años. Iba todos los días, a leer el periódico, un hábito que no ha perdido la gente mayor, que escoge estos espacios de lectura en lugar de sus casas o los bares. "El ambiente se acaba haciendo familiar y a ellos les gusta, es un espacio para reconocerse", analiza Blanco. Un 7,75% de los socios tiene más de 65 años.

Son el final de una pirámide en la que un 71,25% está entre los 18 y los 65 y un 11,8% son niños de menos de 11 años. En la adolescencia, se extravían (un 9,2% de 12 a 17 años). "Es el momento en el que desaparecen de la biblioteca pero luego vuelven de adultos, cuando trabajas bien los hábitos de la infancia, se retoma pasada la adolescencia y tendrás usuarios para toda la vida; por eso tenemos muchas actividades para niños", comenta.

Jóvenes estudiantes con portátiles, desempleados, pequeños en cuentacuentos, clubes de lectura, reuniones sobre tebeos... un cosmos que se ha ido diversificando y trasvasando en parte al 2.0. Ahí está uno de los retos, como lo es también aumento del catálogo para los e-book, algo que todavía se hace "difícil" y que está más avanzado en otros países. "En Helsinki, una de las grandes referencias, ya no se adquieren volúmenes en papel", afirma Blanco. Otro reto, compartir espacio con pequeños átomos privados, principalmente librerías, que ofrecen actividades que antes solo ofrecían las bibliotecas. "Hay que pensar cómo se puede trabajar colaborativamente con ellos", añade.

Estos y otros temas, además de asuntos de organización e infraestructuras -Blanco explica que se necesita actualizar los centros más antiguos-, salen y saldrán en las reuniones de los empleados. Una vez terminado este proceso, se repetirá pero entre grupos de usuarios, para terminar configurando un diagnóstico y un plan de actuación ya en la segunda parte del año.