Es una lástima que los coruñeses aficionados a la música de cámara no suelan acudir (acaso, por falta de información) a los conciertos que organiza el Conservatorio Superior porque su calidad e interés suelen ser muy elevados. El último de ellos nos ha proporcionado la posibilidad de escuchar a dos excelentes profesionales enfrentados a un programa tan atractivo como difícil; que incluía, por añadidura, dos "platos fuertes": sendas sonatas de Beethoven y Schubert. Una obra espléndida (tema, ocho variaciones y coda) abrió el recital, Variaciones concertantes, de Mendelssohn. Los intérpretes mostraron una notable versatilidad para traducir los cambiantes paisajes que el compositor hamburgués nos pinta (él fue también un excelente pintor) en cada una de las variaciones de esta obra. La segunda de las seis sonatas que escribió Beethoven para violonchelo y piano también describe cambiantes paisajes aunque, en este caso, interiores, estados de ánimo: el misterio y el sentido trágico, del primer tiempo; la tristeza, del segundo; y el tono encantador y alegre del tercero. Carolina y Javier realizaron un formidable planteamiento con dinámicas muy contrastadas para traducir una obra decididamente romántica y de enorme dificultad técnica y expresiva. La Arpeggione, de Schubert trajo los encantadores acentos del compositor que mejor supo cantar mediante el arte de los sonidos; no en vano compuso más de seiscientos lieder. Un bello fraseo y una cuidada regulación del volumen definieron la versión de esta preciosa partitura. Finalizó el recital con la Pampeana nº 2 del compositor argentino, Alberto Ginastera, en conmemoración del centenario de su nacimiento. Aunque por el lenguaje que utiliza, resulte diferente de los románticos, también este gran músico supo conservar su vena lírica, su capacidad para hacer cantar en tiempos dominados por la aridez de la creación musical.