Dónde estaban los coruñeses amigos de la ópera el pasado martes? Es verdad que la gala operística coincidía con un concierto de la Filarmónica, pero, aun así, se constata un sorprendente desinterés en los aficionados de la ciudad. El espectáculo tuvo un estimable nivel medio. Los ocho solistas pueden considerarse, en conjunto, sobresalientes. La Orquesta -unos cuarenta instrumentistas- no es la Sinfónica de Galicia, pero, aún admitiendo altibajos, es bastante más numerosa y de mayor calidad que lo que habitualmente suelen traer las compañías itinerantes. El Coro, aceptable, de unos treinta integrantes, y un director un poco rutinario y no siempre flexible con los cantantes, completaron el elenco. Las dos sopranos, excelentes. Piceranau, lírica de dulce timbre cantó Bohème y Cuentos de Hoffmann; Golub, lírico-ligera, con buena coloratura, Rigoletto y Traviata. La mezzo Virlan tiene el timbre más bello de todo el elenco; pero carece de fuerza expresiva y su voz apenas se proyecta; así no da ni el personaje de Dalila, ni la cortesana de Los cuentos de Hoffmann y mucho menos Carmen. Los tenores, muy buenos. El coreano Lee posee un timbre heroico y agudos esplendorosos, por lo cual estuvo mucho mejor en Turandot y en Carmen que en Bohème o en el Duque de Rigoletto (ofrecido como bis); el español Iranzo, muy correcto en El país de las sonrisas y en Traviata, y algo menos en La tabernera del puerto, falta de cuadratura. Los barítonos, más desiguales. Lysak, magnífico, por su corte lírico hizo un Onieguin de altísima calidad y un estupendo Germont, en Traviata; el venezolano Carrillo, poco entonado en Rigoletto, tal vez por ser demasiado lírico para el personaje. En fin, Maimencu es un bajo agudo de timbre poderoso, voz bien igualada y espléndido registro alto; tal vez el cantante más completo; admirables su Príncipe, de Onieguin, el aria de Don Basilio de El barbero de Sevilla, y un casi baritonal Toreador, de Carmen (éste, cantado como bis). El Coro, aunque un poco chillón, tuvo sus mejores prestaciones con Nabucco, Rigoletto y Traviata. En pasajes sinfónico-corales, destacaron sus intervenciones en el Himno a la alegría, de Beethoven, y en el final de Turandot. La orquesta sola estuvo acertada al comienzo del cuarto acto, de Carmen y en un vibrante intermedio de La boda de Luis Alonso, que ofreció como bis y desencadenó el entusiasmo del público que prodigó aplausos y bravos.