Las ocasiones especiales llaman a saludables encuentros intergeneracionales. Sin que importe cuán ancha sea la brecha de edad. Niños y mayores hacen buena pareja cuando la causa es digna y el fin elogiable y provechoso. Los pequeños son los alumnos de una clase del segundo año de la Escuela Infantil Municipal Los Rosales; los grandes, usuarios de la Asociación de Familiares de enfermos de Alzheimer de A Coruña (Afaco). Ayer compartieron una entrañable mañana en el centro educativo para que los niños y niñas elaborasen sus cartas a los Reyes Magos con la ayuda de los mayores y unos y otros se intercambiasen regalos.

La iniciativa forma parte del programa terapéutico Camino por la memoria, promovido por Afaco en colaboración con la escuela de Os Rosales y puesto en marcha este curso tras los positivos resultados de la experiencia piloto Tengo algo que contarte. Centro y entidad aportan sus respectivos potenciales humanos para atar y fortalecer lazos entre menores de 1 y 2 años con afectados por alzhéimer que rondan los 70 años con el Camino de Santiago como hilo conductor. La cita de ayer se apartó un poco del carácter didáctico de las actividades vinculadas a la ruta compostelana que explota el programa para reforzar la relación entre generaciones con motivo de la Navidad y la llegada de los Reyes Magos.

Los niños y mayores que participan en el proyecto se conocen desde el inicio de este curso y cada quince días se comunican a distancia por Skype para contarse cosas y aprender cómo es el Camino y sus etapas y características, para hacer bromas, bailar o cantar, para conocerse mejor. Esa relación dio un paso adelante más con la carta a los Reyes, un proceso que consistió en que los pequeños escogían recortes de papel con imágenes de juguetes que desean recibir hoy de sus majestades de Oriente y los mayores escribían mensajes en la misiva junto a los objetos pegados.

Después de confeccionar las cartas y depositarlas en un buzón específico para los Reyes, hubo un almuerzo con bizcocho, patatas fritas y gusanitos, al que siguió un intercambio de regalos. Los mayores empaquetaron un osito con una banda cruzada con el nombre del programa, Camino por la memoria, y los pequeños envolvieron el mismo peluche con una fotografía tomada hace unas semanas en la que aparecen todos juntos.

Once adultos y doce niños y niñas, todos de la misma clase de la escuela infantil de OS Rosales, participan en el programa, que concluirá cuando estos pequeños pongan fin a su educación infantil, en el mes de junio de 2018. Los mayores son afectados por el alzhéimer en una fase inicial de la enfermedad, con síntomas generalmente leves y sin tener aún altos grados de dependencia propios de etapas más agresivas, explica la logopeda de Afaco Nerea Rey.

Ahora unos y otros se conocen mejor y manifiestan mutua confianza, como demostró ayer la tranquilidad de sus minutos de convivencia, cuando en el tiempo que duró la elaboración de la carta y la comida posterior los niños no se movieron de los regazos de los mayores o del asiento que tenían al lado. "Al principio todos estaban nerviosos, pero eran unos nervios diferentes: los de los niños, por estar con unas personas mayores que no son sus familiares, y los de los adultos, por la emoción de coger en el colo a un niño o una niña que no son sus nietos. Con el tiempo, y tras comunicarse a través de Skype, ya han perdido el temor", recuerda Rey.

Ahora el aprendizaje acerca todavía más a las dos generaciones. "Los niños han encontrado en estos abuelos de ocasión a unos nuevos compañeros de juegos que han hecho que se muestren más abiertos ante los mayores fuera del ámbito de la escuela, más receptivos", comenzar una de las profesores de la escuela de Os Rosales, Mónica Pulleiro. "Y en cuanto a los mayores que sufren alzhéimer, el contacto con estos niños pequeños les ayuda a no sentirse desplazados ni privados de estímulos, a reforzar sus vínculos emocionales", añade.

En el espacio de un aula, tras la carta escrita a los Reyes y el picoteo, algunos abuelos lanzaban globos a los niños o se dejaban guiar por el lugar agarrados de la mano. Los pequeños, más sueltos tras devorar los gusanitos, ya se distraían más, aunque volverán a disfrutar de la compañía de los mayores en el próximo encuentro de su viaje de aprendizaje por la memoria.