Calzados Loren venderá sus últimos zapatos el próximo sábado, 28 de enero. El cierre de la tienda pondrá fin a un largo periodo de 56 años seguidos de actividad comercial para esta clásica zapatería del centro de la ciudad, en el número 10 de la calle San Andrés. Pero este final será un punto y aparte, un paso todavía adelante que mantendrá abierto el local con otros inquilinos, otros productos que ofrecer a sus clientes -ropa y también zapatos de otro estilo y para otro perfil de consumidor- y un nuevo nombre, aunque con el espíritu de Loren muy presente en el propio establecimiento.

Como otros veteranos comercios de la zona abocados al cierre por la crisis de consumo, la caída de las ventas y la falta de relevo generacional -la sombrerería Dandy bajó la reja en 2012 tras 80 años de historia, también en San Andrés-, Loren llega al final de su vida, aunque en su caso para reconvertirse, transformarse. Durante 54 años Teresa Riobóo, su dueña, despachó zapatos para miles de hombres, mujeres y niños hasta que el negocio se quedó sin herederos de sangre tras su jubilación. Alquiló el local hace dos años, que mantuvo el nombre y el producto. Pero la reforma y la nueva etapa no lograron levantar la tienda, que ahora agota sus últimas fechas de liquidación por cierre.

En febrero habrá otra reforma y en marzo, si no fallan las previsiones, abrirá Kokoro (corazón, en japonés) en el 10 de San Andrés. El rótulo de Loren, sus cinco letras rojas sobre fondo blanco, estará expuesto en el interior del nuevo negocio; también habrá dentro muebles y estanterías originales, y los singulares cristales curvados del escaparate y el azulejo antiguo del suelo seguirán en el exterior.

Héctor Pombo, el próximo inquilino, pretende alejar su tienda del concepto de cultura de masas y "darle valor a las cosas que se han perdido del comercio tradicional". "Modernizar sin tirar", insiste. Por eso Kokoro aunará clasicismo y actualidad, mobiliario tradicional con productos de última tendencia para clientes de entre 25 y 40 años, exposiciones temporales en las paredes con actividades culturales en vivo. Una nueva vida para el local, esa es la intención.

"Parece que nos hemos olvidado de San Andrés", se lamenta Pombo. Loren, que abrió en 1960, cuando Teresa Riobóo tenía 14 años, fue un clásico comercio de la calle, estable y conocido, con producto de calidad y clientela fiel. Pero "la aparición de los centros comerciales y el auge de las compras por internet", que cambiaron los hábitos de consumo, supusieron un duro golpe para los negocios tradicionales como Loren, reconoce la mujer. En este clima de crisis comercial la estocada a algunas tiendas de calles céntricas como San Andrés que vivieron tiempos mejores la dio el elevado precio de los alquileres inmobiliarios.

Porque tanto la dueña de Loren, como los responsables de la tienda en la segunda etapa que llega a su fin y el próximo emprendedor que ocupará el local coinciden en criticar a los propietarios que no favorecen la actividad comercial al no rebajar las rentas de sus establecimientos. "Si no bajas de 1.000 euros, es difícil que se ocupe el local", dice Teresa Riobóo. A unos metros de Loren, por uno que cerró hace pocos meses, se piden 2.400 euros, una rebaja reciente respecto a los 3.000 de partida cuando quedó vacío.

Laura Amarelo, que en unos días colgará el cartel del cierre definitivo de Loren, añade que los gobiernos locales tampoco "han dado facilidades al comercio local" para contribuir a su subsistencia.