Cuando José Manuel Pazos Mantiñán estrenaba los galones de Policía Local allá por 1976, la avenida del Ejército, en su cruce con la calle Ramón y Cajal, no tenía semáforos. Eran él y otros compañeros quienes asumían la responsabilidad de regular el tráfico durante jornadas interminables, soportando en ocasiones los aguaceros propios del clima atlántico. Ahora, ya jubilado, ha recibido junto a otros dos compañeros retirados la distinción de policía honorífico por su carrera en el Cuerpo. El acto de entrega tuvo lugar ayer en el salón de plenos de María Pita, donde también se entregaron diplomas y medallas a agentes que cumplen 30 y 40 años en las labores de vigilancia de la ciudad.

En su caso, guarda especial recuerdo de sus tiempos en la unidad de Atestados, en la que comenzó cuando se estaban dando los primeros pasos. "Empezábamos de cero y nos fuimos documentando sobre la marcha. Era un trabajo duro, a veces con escenas violentas, pero ofrecíamos un servicio muy importante para la ciudadanía", señaló José Manuel Pazos.

José Luis Pérez fue otro de los exagentes que recibieron el reconocimiento. Su ingresó en la Policía Local, donde trabajo durante 38 años y medio, llegó tras más de media décadas bajo la estricta disciplina militar. En su hoja de servicio cuenta con varias anécdotas. La que se le viene a la memoria, precisamente por estar hoy en día de actualidad, es de los días regulando el tráfico en la avenida de Alfonso Molina, frente al instituto Fernando Wirtz. Por aquel momento, al ausencia de una pasarela peatonal -como la que ahora se ha desmantelado por el mal estado de la estructura- obligaba a los peatones a cruzar la a través de un paso de cebra. "Teníamos que estas dos policías, uno por cada sentido, porque había atropellos continuamente", recuerda este agente, que ve con escepticismo los cambios que el Gobierno local pueda realizar en la zona. "Si había incidentes antes, cuando había muchos menos coches, no me imagino lo que sería ahora".

Otro compañero, también de la hornada del 76, José Luis Sanjurjo, se considera afortunado. "Alguna vez por la noche me llegué a ver apurado pero siempre se resolvió todo bien". Aún hoy todavía recuerda una persecución en plena calle, durante más de un kilómetro, a un ladrón asiduo en el entorno de la plaza de Lugo. "A la carrera se me escapaba, pero hubo un colaborador que iba en coche que me ayudó a atraparlo y pudimos retenerlo", comenta Sanjurjo, que en la memoria también tiene sus vivencias destinado a patrullar la zona de la Segunda Fase de Elviña. "Era un tiempo difícil en un barrio conflictivo", recalca. Ahora, los tres, podrán lucir sus reconocimientos en casa con la satisfacción del deber cumplido.