Desde que el Concello puso en marcha la planta de Nostián, su modelo de tratamiento de los residuos fue calificado de antagónico con relación al de Sogama, puesto que frente a la incineración, que constituye la mayor parte de la actividad de las instalaciones de Cerceda, en las coruñesas el reciclaje es la base de su funcionamiento. Esta diferencia sustancial de modelo hizo que ambas administraciones se mantuvieran tradicionalmente de espaldas en relación con la gestión de sus respectivas plantas, hasta que en 2006 se planteó la posibilidad de una colaboración.

En julio de 2007 se daba por hecho que el acuerdo se iba a materializar, de forma que Sogama enviaría a Nostián 300.000 toneladas de residuos orgánicos para su transformación en compost, con el fin de cumplir la exigencia europea de alcanzar un porcentaje de reciclaje del 25%. Por su parte, la planta coruñesa que gestiona Albada remitiría a la de Cerceda los residuos inorgánicos que no puede reciclar y que se veía obligada a depositar en sus vertederos, entonces a punto de saturarse.

Pero después de tan largas conversaciones, el pacto no llegó a concretarse. Nostián acabó por ver como sus vertederos se colmaban y tuvo que recurrir a otros externos para almacenar sus residuos no recuperables, situación que persiste en la actualidad. Sogama incrementó posteriormente la capacidad de tratamiento de sus instalaciones y mantuvo la apuesta de su modelo frente al de A Coruña.