Nací en Santa María de Foxado, en el municipio de Curtis, aunque cuando yo tenía seis años, mis padres, Baldomero y María, se trasladaron a esta ciudad conmigo y mis hermanos Pedro, Carmen, Carlos, Manuel, José y Agustín. Nos instalamos en el Campo de Artillería, donde mis padres regentaron el bar Río do Porto.

Al llegar entré en La Grande Obra de Atocha, donde estuve hasta los diez años, edad a la que entré en los Salesianos, donde hice mi primera pandilla con Gajino, Morales, Concha, Veiga, Lamas, Guti y Lamora, con quienes aún mantengo la amistad. Con algunos de ellos empecé a practicar del deporte, sobre todo el fútbol, en el patio de tierra del colegio, al que iba una hora antes de que empezaran las clases para jugar con los alumnos que eran internos o mediopensionistas.

En el colegio me apuntaba a todas las competiciones de fútbol, baloncesto y balonmano. Fuera de allí nuestro tiempo libre transcurría en la calle, donde jugábamos con cualquier cosa, como una vieja pelota de tenis que tirábamos contra los bordillos de las aceras o una pared, o hacíamos tómbolas para vender entre los amigos lo poco que teníamos, como tebeos o postalillas.

Cuando alguno de la pandilla llevaba una pelota, organizábamos partidos de fútbol en el Campo de Marte, mientras que en el de Artillería lo hacíamos al baloncesto con las canastas que nos hizo el padre de un compañero del colegio. También hacíamos carritos de madera para competir lanzándonos por las calles en cuesta, para lo que los amigos se situaban al final y nos avisaban si venía un coche o un trolebús.

Si nos daban algo de dinero el domingo, nos íbamos al cine, aunque para las familias con muchos hijos como la mía había que sacrificarse mucho para salir adelante. El cine que más me gustaba era el Hércules, al que al principio iba con mis hermanos mayores y después con mis amigos. También iba al del colegio de los Dominicos, donde aprovechaba para jugar al fútbol si los internos lo estaban haciendo.

Para no romper los zapatos jugando, me llevaba al colegio unas zapatillas deportivas que me ponía al bajar al recreo y luego guardaba en el pupitre, aunque al cabo del tiempo empezaban a oler y molestaba a los compañeros, aunque no era yo el único que se cambiaba de calzado. Empecé a jugar en el equipo San Juan, donde tuve como compañeros a Santalla y Armando y como entrenador a Antonio, que nos llevaba a jugar al campo de la Torre, cercado por palés de madera. A los 16 años me llamaron para los juveniles del Fabril, en los que jugué dos años con Rodrigo Vizoso de entrenador.

El último partido lo jugamos contra el Deportivo Juvenil para disputar el campeonato y el acceso a la fase gallega. Poco antes de terminar pitaron un penalti a nuestro favor que tiré yo, aunque el balón salió por el banderín de córner, de forma que al final perdimos. Hoy en día me siguen recordando este hecho cuando nos reunimos en una comida, especialmente Piña.

Luego estuve precisamente en el Deportivo Juvenil con Sertucha de entrenador y participé en la selección gallega que dirigía Carlos Torres, en la que coincidí con amigos como Gajino, Ballesta, Villar, Souto, Pardo, Chema y Neva. Al pasar a modestos volvía al Fabril, donde estuve con la mayor parte de los antiguos juveniles, además de con Canosa, Vituco, Manolete, Chicho, Castro, Jorge y Amador. Dos años después pasé al Sada con Manolito, Piña y Manolete y más tarde en el Miño, con el que jugué la final del Teresa Herrera de modestos en Riazor.

Luego entré en el Orzán, en el que estuve ocho años y tuve como compañeros a Oregui, Manolete, Salvita, Tomás, Toñito, Mosquera, Armando, Aldao, Paco, Garea y Varela. Tras dejar el fútbol modesto, pasé al fútbol sala en el equipo Lagares, donde jugué con Gajino, Oregui, Emilio, Giner, David y los hermanos Baltar.

Entre los veinte y los veintitrés años compaginé los estudios con el trabajo en Coca-Cola, la fábrica de aceite de A Barcala, el mercado de frutas y la recaudación municipal. Al terminar Magisterio estuve un año en el colegio Obradoiro y luego ingresé en el Ayuntamiento, donde también trabajan mis cinco hermanos y un cuñado, por lo que debemos ser la familia con más empleados municipales. En los años setenta me casé con Remedios, con quien tengo dos hijos, Adrián y Diego, quienes ya nos dieron dos nietos, Luca y Martina.