El concierto del pasado viernes ha sido privilegiado al menos por cuatro razones: primera, que el compositor mismo haya dirigido su propia obra (la sinfonía); segunda, que se estrenase en España su concierto número 2 para violonchelo y orquesta; tercera, que haya tenido como solista a un violonchelista excepcional; y, cuarta, que Penderecki me haya dicho literalmente unas palabras que guardaré en mi memoria para siempre: "Maravillosa orquesta, maravilloso público". Y maravilloso compositor, claro. Polymorohia es una fascinante exploración sobre las sonoridades que pueden obtenerse de una orquesta integrada por 48 instrumentos de cuerda; una breve partitura (once minutos) de asombrosas sugerencias tímbricas. El segundo concierto de violonchelo, dedicado a Rostropovich, fue interpretado por un formidable violonchelista en un instrumento de bellísima sonoridad (Francesco Ruggieri, Cremona, 1673). Correspondió el artista al entusiasmo del público con un fragmento de una Suite para violonchelo solo, de Bach, en versión de exquisito fraseo. La Sinfonía número 2 es una obra impresionante; en mis anotaciones, la califiqué, un poco sorprendido, de "postromántica"; pero el propio autor corroboró esta idea. Verdadera obra maestra, encierra además un enigma: la visión navideña misteriosa, dramática, por momentos incluso aterradora, de Penderecki. Tal vez esa forma de verla no se halle lejos de Dickens y su célebre Cuento de Navidad. La repetida mención del motivo de Noche de paz, de Gruber, es mera anécdota.