Magnífico programa de la Banda con dos obras importantes: la de Cesarini nos condujo a las eminencias alpinas y la de Gershwin nos mantuvo a pie de calle (ya que el americano está en París, diríamos: " Rez de chaussée"). El Poema alpestre (1999) fue escrito para Banda y es un homenaje a la Sinfonía Alpina de Richard Strauss en el cincuentenario del fallecimiento del compositor. Mucho más breve que la sinfonía, se escucha con agrado; tiene pasajes de notable belleza e incluso sonoridades peculiares como las nebulosas del comienzo, y también las descripciones de los rebaños que recuerdan al genial poema sinfónico del propio Strauss sobre Don Quijote. Si el descriptivismo llevó a Cesarini a utilizar cencerros, en la obra de Gershwin son bocinas de automóviles las que se inmiscuyen en una partitura que se ha hecho clásica por méritos propios. Con una transcripción soberbia del holandés, Mari van Gils, la Banda realizó una sensacional lectura de esta preciosa partitura que es, sobre todo una rapsodia o más bien un pot-pourri (nuestra castiza, olla podrida) puesto que en Francia estamos en compañía del americano. La Banda, brillantísima, especialmente bien dirigida por Ocón, que utilizó con profusión la mano izquierda. Y un detalle que no siempre se escucha: esos singulares sonidos frullati, una especie de trémolos que los instrumentistas de viento pueden producir con la lengua mediante una técnica especial. En este caso, el primer trompeta -excelente- nos ofreció un pequeño repertorio de esta clase de sonidos. El público aplaudió con entusiasmo y la agrupación interpretó como bis el tema de Love Story, de Francis Lai, con un notable arreglo de Naohiro Iwai.