Cuando le llamaron para hacer el retrato de Castro-Rial, Marcial Ortiz no lo pensó ni un segundo. "Me encanta hacer retratos, así que no lo dudé", afirma el pintor, responsable del cuadro del ex presidente de la Cámara de Comercio. La pieza, que se exhibe en el número 32 de la calle Alameda, suma los pinceles del coruñés a la lista de retratos de mandatarios que han pasado por la entidad, y que Castro-Rial cerraba al abandonar su cargo en 2016. Su imagen continúa ahora en el edificio, en un cuadro para el que Ortiz ha recurrido a su característico colorido, pero sin abandonar el carácter formal. "Es un retrato oficial, pero con colores, no demasiado serio", cuenta el artista, que ha tratado de reflejar en la pieza "a la persona, no al cargo".

Lograrlo ha sido, como en todos los retratos, un desafío. El pintor ha tenido que "tener cuidado" con los ángulos, volúmenes y luces que rodean al inmortalizado, que ha acogido el resultado de forma positiva. "Me llamó y me dijo que le gustó mucho a él y a su familia, aunque yo satisfecho del todo no quedo en ninguno", comenta Ortiz, que cita a Churchill asegurando que prefiere "pintar árbores que hacer retratos" porque los árboles "no se quejan por el parecido".

A pesar de ello, no son pocas las figuras que el pintor ha capturado con sus pinceles. Destacan entre sus retratados varios nombres del mundo taurino, una de las temáticas más famosas del artista, y que le han llevado a inmortalizar a personajes como "el primer matador gallego", Celita, o el cordobés Manolete. "Lo pinté el año pasado, por el centenario de su nacimiento", explica el artista, que respiró la tradición taurina desde la infancia.

La pasión por los toros le viene a Ortiz de su padre, último asesor de la plaza de toros de la ciudad, que llegó a vestirse de luces bajo el nombre de Zitro. "Me llevaba con él de niño. Así es como vi la parte que no muchos conocen: los corrales, los animales, el sorteo...", recuerda el pintor, que señala la falta de afición a la tauromaquia por parte de la juventud. "Estuvimos 24 años sin toros. Las nuevas generaciones han crecido sin ver eso, y hoy no es políticamente correcto", lamenta.

Tras el cierre de la plaza, Ortiz abandonó la pintura taurina. La retomó con la construcción del Coliseum, añadiendo alguna escena más a un repertorio que, pese a su trascendencia, no sitúa en un lugar prioritario. "Los toros fueron una etapa, pero lo que más tengo son paisajes", afirma el coruñés, que huye de cualquier etiqueta a la hora de hablar de su pintura. "Cuando te clasifican es nefasto en el arte. Un pintor debe pintar todo lo que le emocione", concluye.