La intención del Ministerio de Defensa de vender dos de sus tres solares en A Maestranza y el hecho de que en el subsuelo del excluido se hallen restos de la antigua muralla de la ciudad vuelven a poner de actualidad el grado de conservación de las fortificaciones coruñesas, que no solo se vieron afectadas por el derribo de la mayor parte de ellas a mediados del siglo XIX, sino también por las transformaciones urbanísticas desarrolladas desde entonces en la Ciudad Vieja y su entorno, en especial la instalación de grandes recintos militares, y la progresiva degradación de sus estructuras.

La decisión del rey Alfonso IX de repoblar A Coruña en el año 1208 fue el punto de partida para el levantamiento de un contorno de protección del nuevo núcleo, que según José Ramón Soraluce, arquitecto experto en construcciones militares, debió situarse en el entorno de lo que hoy es la iglesia de Santo Domingo. Las sucesivas modificaciones del trazado de las murallas hacen que el único tramo que hoy se conserva de aquella primera defensa sea el que se halla en la parte posterior del convento de las Bárbaras en la calle Maestranza, según Soraluce.

El progreso de la villa hizo que la población se expandiese y que hubiese que ampliar el perímetro amurallado para cobijar a los nuevos habitantes, que se instalaron en la zona de la iglesia de Santiago y la playa de O Parrote. Esa nueva muralla se levantó en la segunda mitad del siglo XIV con una longitud de 1.200 metros e incluyó una fortificación que fue denominada de San Carlos y en la que hoy se encuentra el jardín del mismo nombre, cuyos muros son los vestigios del desaparecido alcázar. Según Soraluce, debió sustituir al que cree que existió inicialmente donde se hallaba la ceca, el edificio situado junto a la iglesia de Santo Domingo que hasta hace poco fue la sede de la Delegación de Defensa.

La entrada a la ciudad se efectuaba por la llamada Puerta Real, ubicada en el lugar del mismo nombre y de la que se conservan restos en el subsuelo que fueron enterrados de nuevo durante las obras de la Marina tras haber permanecido al descubierto durante varios años. A este acceso se sumaron el de la Puerta de Aires, en la actual calle del mismo nombre en la Ciudad Vieja, la Puerta de O Parrote, entonces al pie del mar y hoy junto al hotel Finisterre, y Santa Bárbara, en la parte trasera del convento de ese nombre.

Durante los siglos XVII y XVIII se procedió a reparar los tramos de la muralla medieval deteriorados, así como a levantar baluartes defensivos en algunos puntos. Gran parte de la primitiva se derribó y fue aprovechada para construir la nueva, aunque se conservan fragmentos en los jardines de Capitanía y San Carlos. Tras el asedio inglés de 1589, Felipe II envió a la ciudad para que realizara un informe detallado de las murallas con vistas a su reforma, pero ante la tardanza en ejecutar un proyecto general, se hicieron modificaciones parciales, como el tramo que iba de San Carlos al Campo de la Estrada y del que hoy se conservan fragmentos, entre ellos el que se halla bajo el subsuelo de los terrenos de Defensa en A Maestranza, en concreto en la parcela adosada al muro de la Hípica, que se descubrió en la excavación del aparcamiento subterráneo que hoy existe en el lugar. Fue en esa época cuando se abrió además la puerta de San Miguel, bajo el actual hospital Abente y Lago.

La explosión en el año 1658 del almacén de municiones existente en San Carlos hizo desaparecer el antiguo castillo, que no volvió a ser construido. En la zona más próxima al mar se levantaron en los años siguientes nuevos muros para proteger esa zona de posibles ataques, lo que llevó a renovar la Puerta de O Parrote y a abrir la del Clavo, hoy frente a las instalaciones de La Solana. Del tramo de muralla entre Puerta Real y la antigua cárcel, hoy hotel Finisterre, permanecen restos en los locales con arcadas en la explanada de O Parrote, que se musealizarán al abrirse los establecimientos de hostelería proyectados allí.

En el siglo XVIII se instalaron nuevas defensas fuera de las primitivas murallas, como una media luna situada en lo que hoy es el Palacio Municipal, así como el baluarte de Santa Cruz de Roma en Os Pelamios, hoy visible en la esquina de la calle Veramar con el paseo marítimo. Durante esos años se proyectaron diferentes reformas de las fortificaciones, algunos de los cuales se iniciaron pero sin llegar a terminarse. Entre ellos figura el del baluarte de O Parrote, del que solo se construyeron los cimientos, hallados en la excavación del aparcamiento de ese lugar y conservados en el mismo, con una reproducción de su trazado en la superficie. De esas mismas fechas es el baluarte de Santa Bárbara, conservado parcialmente en los jardines de A Maestranza, junto al rectorado.

La autorización concedida en 1840 para que se derribara la muralla que separaba la Ciudad Vieja de la Pescadería hizo posible la creación del espacio abierto que más tarde se convertiría en la plaza de María Pita, en cuyo subsuelo aparecieron restos de las fortificaciones durante las obras del aparcamiento subterráneo a mediados de los años ochenta.

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