Cada barrio de una ciudad es un pequeño mundo dentro del universo urbano. Y en cada barrio suele haber un mercado, un mundo particular de actividad comercial y convivencia ciudadana que respira a su propio ritmo, cada uno con sus dimensiones y alcance, con su perfil de clientela, con su propio potencial para consolidarse o crecer. En A Coruña hay nueve mercados municipales, unos con gestión directa del Ayuntamiento y otros a través de una concesionaria. Cada Gobierno local apunta a las plazas de abastos en sus mandatos con el objetivo de dinamizar su actividad, impulsar el comercio de proximidad y, si la ocasión lo requiere, remodelar sus instalaciones o hacer reparaciones urgentes. En unos habrá reformas pronto, en otros más tarde; unos se han abierto a novedosas iniciativas promocionales que han tenido éxito, otros lo persiguen con las mismas herramientas.

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"El mayor potencial de nuestros mercados son nuestros placeros y placeras", dice convencido Alberto Lema, concejal de Emprego y Economía Local, que defiende su implicación y añade que "sus competencias profesionales" deben progresar para "llegar más al público". Ahí reside la clave que determina la evolución de los mercados: en cómo entre los comerciantes y sus clientes han de explotar nuevos usos y adquirir otros hábitos que repercutan en la mejora y modernización de los mercados, algo que se expanda más allá de los límites de la simple relación entre vendedor y comprador. Para alcanzar estos fines los placeros por iniciativa propia y el Concello con sus distintos gobiernos quieren que los mercados miren al futuro sin perder su esencia original.

En dos fines de semana de abril y mayo habrá actividades hosteleras, culturales, artísticas y de ocio en el mercado de San Agustín, en la planta superior sobre los puestos de venta tradicionales, donde en otras ocasiones se han celebrado certámenes gastronómicos que congregaron a numerosos vecinos. Es un ejemplo de cómo una de estas instalaciones -junto a la de la plaza de Lugo la que, según el Concello, tiene más potencial turístico para atraer a consumidores accidentales-, apuesta por fomentar nuevos atractivos para sus negocios. Otras, con más modestia y otros recursos, no quieren quedarse atrás.

LA OPINIÓN ha acudido a los mercados de la ciudad esta semana para sentir su pulso y conocer las necesidades que transmiten sus placeros. Cada uno, en distinta medida, tiene su listado de reclamaciones y su capítulo de esfuerzos por adaptarse a nuevas dinámicas comerciales. Entre las primeras están la ampliación de horarios comerciales, facilidades para la ocupación de puestos, reapertura de locales, modernización y mejora de instalaciones. Santa Lucía, Monte Alto y Adormideras son los tres mercados donde el Ejecutivo local intervendrá con proyectos de reforma, cada uno de distinta magnitud y todavía sin haber iniciado la ejecución.

Pero también hay una petición general que se hacen los placeros a sí mismos y que secunda el Concello: adaptarse a los nuevos hábitos de consumo y ofrecer a los vecinos actividades con las que hacer más sugerente la visita al mercado y generar adhesión, una "apertura por y para los vecinos", como señalan desde San Agustín.

El apartado de iniciativas de promoción en los mercados es amplio: degustaciones de productos, concursos de cocina y sorteos, talleres para adultos y mayores, actividades culturales y de ocio, vales de compra, descuentos. Son recursos que hoy son necesarios para atraer y agradar a la clientela, pero que, por la avanzada edad de los compradores y la escasa presencia de clientes jóvenes, no en todas las plazas tienen la misma repercusión.

Además de las obras de calado previstas en Santa Lucía, Monte Alto y Adormideras, el Ayuntamiento ha contribuido al refuerzo de los mercados con pequeñas mejoras en las estructuras en los últimos dos años: cubiertas, accesos, máquinas de hielo. También ha sacado puestos a concurso y respaldado o promovido campañas con las que incentiva el comercio próximo y tradicional, más allá de que la rentabilidad de las mismas dependa de las costumbres de los propios clientes. "Diversificar la oferta de productos y adaptarnos a otros consumos es fundamental. Pero hay campañas que tienen un impacto limitado y no tenemos una varita mágica. A pesar de ello hay que insistir", recalca Alberto Lema.