Nací en Cela, en el municipio de Outeiro de Rei, donde viví con mis padres, Manuel y Josefa, y mis hermanos Inés, Consuelo, Luisa, Carmen y Manuel. Desde pequeño venía a esta ciudad, lo que me causaba una gran impresión, al igual que cuando viajé en tren por primera vez. Recuerdo que aquí todo me parecía inmenso, como los comercios y jugueterías, que me hacían olvidarme del cansancio del viaje, aunque me asustaba perderme en la ciudad.

A los dieciséis años vine a hacer el servicio militar como voluntario en Artillería y al terminarlo decidí quedarme a vivir aquí gracias a que encontré trabajo como vigilante en la mina de Meirama, tras lo que pasé a la central térmica de Sabón, en la que estuve hasta que me jubilé.

Me instalé en la avenida de Hércules, donde también vivía mi hermana Luisa y donde hice mis primeras amistades coruñesas, muchas de ellas antiguos compañeros de mili, como Guillín, Faustino, Manuel, Carlos, Arturo y Luis. Los días de permiso de los tres años que hice de mili los aproveché a tope, ya que iba a todas las fiestas y bailes que había, como los de La Granja, a los que los jueves acudían todos los soldados por el ambiente que había. Lo malo era que había que volver antes de que tocaran retreta en el cuartel, por lo que muchas veces la Policía Militar estaba en la puerta para vigilarnos y que lleváramos el uniforme bien puesto, ya que algunos tenían la chaqueta y la camisa desabrochada les arrestaban durante varios días.

También lo pasábamos muy bien cuando bajábamos a las calles de los vinos y hacíamos el recorrido por los bares y cafeterías más conocidos, donde nos reuníamos con otros amigos. Cuando íbamos al cine en el Kiosko Alfonso solíamos comprar bocadillos de calamares en el Copacabana, donde siempre había cola para hacerse con ellos. Los cines que más nos gustaban eran el Rosalía, Coruña, Avenida, Equitativa y Hércules, ya que eran los más baratos.

Me acuerdo cuando íbamos a los bailes de El Seijal, el Pasaje y la Perla de Mera, algunas veces enganchados en el tranvía o en el autocar de A Nosa Terra, que tenía asientos de madera en el techo. Lo peor era que la vuelta la teníamos que hacer muchas veces andando por habernos gastado el dinero en invitar a una chica a un refresco por hacerlos los finolis.

En verano íbamos a las playas de San Amaro y el Orzán. En esa última nos bañamos muchas veces con el agua llena de la sangre que venía del antiguo Matadero, al que íbamos muchas veces para ver como sacrificaban las vacas y a esperar a que limpiaran para poder bajar a la playa. En la cuesta del Matadero también se hacían competiciones bajando a toda velocidad con carritos de madera y bicicletas.

Uno de mis recuerdos de aquellos años son las carreras de motos y coches que se organizaban en torno al estadio de Riazor y que eran seguidas por miles de personas y en lo que más peligroso eran las vías del tranvía, ya que las motos podían resbalar en ellas. Como me gustaba pescar, solía ir a los muelles de A Palloza y Linares Rivas a pasar el rato, ya que en aquella época había gran cantidad de peces y se podía estar con toda tranquilidad por la zona portuaria.

Aquellos años de juventud suponen un gran recuerdo para mí, ya que disfruté todo lo que pude con los amigos de mi pandilla hasta que me puse a trabajar, ya que desde ese momento solo pude hacerlo los festivos y fines de semana. Con el tiempo me casé con Antonia, a quien conocí en Begonte, localidad muy cercana a la aldea de mis padres, con quien tengo dos hijos llamados Gustavo y Verónica.

En la actualidad me dedico a la talla de esculturas de madera en mi pequeño taller, una afición que comenzó de niño cuando al no tener juguetes por lo difícil que era la vida para mis padres, que trabajaban de sol a sol, yo imaginaba cualquier cosa y con paciencia y una simple navaja procuraba hacerme un juguete o algo que se pareciera. Así como fui aprendiendo, de forma autodidacta, a tallar la madera, lo que hoy es mi mayor afición, ya que hago grandes tallas con las que participé en exposiciones regionales y nacionales que me proporcionaron un reconocimiento.