2-2 | El Dépor se complica la vida

Se puso por delante 2-0 ante un meritorio Arenteiro y le regaló dos goles a balón parado en media hora, el último en el descuento

La distancia con el Barça B se reduce a cuatro puntos

Toca seguir remando

Barbero lamenta un mal pase de sus compañeros al corazón del área en el duelo ante el Arenteiro. |  // CARLOS PARDELLAS

Barbero lamenta un mal pase de sus compañeros al corazón del área en el duelo ante el Arenteiro. | // CARLOS PARDELLAS

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Nadie puede negar el mérito ni las hechuras futbolísticas de un Arenteiro tan humilde como soberbio, pero el empate (2-2) le martillea y martilleará en la cabeza al Dépor, no solo por perder dos puntos de ventaja con el Barcelona B, sino porque fue el propio Dépor el gran responsable de ese resultado doloroso en Riazor. Porque no dominó el duelo, porque se dejó avasallar en la segunda parte, porque le regaló dos goles a balón parado a su rival, porque falló ante la meta rival, porque no supo cerrar el choque. Los goles de Mella y Diego Villares solo sirvieron para sumar un punto que, al menos, le coloca con más de un partido sobre el filial culé, que vendrá en dos semanas a A Coruña. Primero, Sestao y luego, ese duelo decisivo. Después, Real B y Real Unión. Las cábalas y las fiestas (ahora sí que sí) ya solo dejarán paso al día a día. Nadie le iba a regalar un ascenso.

El deportivismo llegaba al estadio con el gusanillo de esa victoria del Barça B, pero también dispuesto a darse una alegría, a apretar y a subirse a lomos de ese once mágico que ha cimentado la remontada de la segunda vuelta. Llevaba casi mes y medio sin reunir Idiakez a sus magníficos y esta vez tampoco pudo ser, aunque esa era su intención. Ximo Navarro aún no estaba a punto, era el momento de que volviese a jugar Paris Adot. Yeremay, ya atado hasta 2030, regresaba también, eso se daba por descontado. Nadie tiene su talento natural en este equipo.

Pero este Dépor está hecho de calidad con la pelota y de muchas otras cosas. Hay una básica que si todo acaba como A Coruña desea, debería estar en la parte alta del libro de oro de esta temporada: su presión arriba, su capacidad para empujar, para ahogar a su rival contra su portería. Por momentos, un tsunami. Esa versión, ese canibalismo es el que mejor le sienta. Cuanto más atosiga a su rival, cuanto menos le permite jugar y salir de su área, mejor le va. Es insaciable y los metros se reducen hacia su objetivo: marcar. Hasta casi el minuto 30 fue un suplicio para el conjunto de O Carballiño, aunque eso no evitase que Luis Chacón diese el primer aviso con un disparo alto en el cinco. Desde entonces y hasta que volviese a aparecer en las inmediaciones de la meta de Parreño, allá por el 29, achicó, se revolvió, peleó, cerró... Pero casi nada iba como quería.

Y no es que el Dépor crease infinidad de ocasiones, pero es como reina en algunos momentos de los duelos. De hecho, hasta tuvo efectividad en ese inicio de encuentro. Una pelota larga a Lucas acabó en un pase atrás que Mella embocó a la red. 1-0, minuto 14. Era bastante más difícil que la de hace una semana frente a la Cultural, pero esta sí entró. Respiraba, celebraba Riazor.

El Dépor no levantó entonces el pie del acelerador. Lucas hacía de playmaker, Villares se descolgaba, Yeremay inventaba desde la izquierda, pero sobre todo la pareja Paris-Mella con socios ocasionales era un quebradero de cabeza para el equipo de Javi Rey. Así llegó una oportunidad para Barbero, que Diego Rivas supo repeler. Olió a 2-0 en el minuto 19. Una pena. Aún dispuso Mella de un disparo peligroso desde la frontal. Tampoco hubo suerte en esa ocasión.

A partir de ahí el Dépor se tomó un respiro y decidió, de paso, ir con un poco más de calma e intentar a atraer a su rival con la pelota para descolocarlo, para encontrar huecos. Aún hubo alguna escaramuza más con Lucas como protagonista, pero el duelo se enfrió y se igualó. Nada estaba decidido, aunque el Dépor se marchase en ventaja a los vestuarios.

El arranque del segundo tiempo no fue nada sencillo para los coruñeses. Javi Rey sentaba a Iván Ramos y le daba la alternativa en el duelo a Cardero. Los matices tácticos del equipo visitante funcionaron de maravilla. Su equipo agarró la pelota, se escalonó mejor en la salida de balón y desactivó, de esa manera, la presión arriba de los blanquiazules, su principal arma.

Las posesiones eran kilométricas, aparecían futbolistas del Arenteiro solos en zonas sensibles, otros deportivistas se salían de posición. El Dépor parecía desorganizado y eso no es sencillo conseguirlo. Lo estaba pasando mal, más allá de que, en guion de partido, no le sobre estar agazapado y salir con espacios. Todo tenía mejor color para los de O Carballiño, ocasión para Cardero, el nuevo plan funcionaba... hasta que apareció Diego Villares.

Villares, rompedor

Si una semana antes el que se había inventado un zarpazo de la nada había sido Lucas Pérez, esta vez fue Diego Villares. Un robo, una aparición por la frontal y casi un pase con el interior a la escuadra, aunque no estuviese exento de potencia. 2-0, minuto 64. Se le abría el cielo al Dépor.

Pero si alguien que sepa que los nubarrones llegan pronto, ese es el equipo coruñés y su gente. Ni tres minutos y el Arenteiro acertaba a la segunda. Un saque de esquina en el que se estorbaron Alcaina y Parreño le dejó en bandeja el gol a Luis Chacón, el pretendido. 2-1, minuto 67. Otra vez a la casilla de salida y más de media hora por delante. No hay paz para el deportivista.

El equipo verde no dejó de querer la pelota, de amenazar, de asomarse por el área. Hubo más de un susto para Parreño y para la cobertura blanquiazul. La realidad es que el equipo coruñés parecía haber equilibrado el duelo poco a poco. Los sobresaltos ya los iban padeciendo los dos equipos, el ritmo del duelo había bajado. Eso sí, cada vez que había un saque de esquina visitante, la defensa y Riazor temblaban. Así en el minuto 94 y con Diego Rivas, llegó el 2-2. Romay marcaba, pedía perdón. Doloroso, otra herida abierta. Hay que limpiar, oxigenar y seguir en el camino. Quedan cuatro finales, la vida continúa.