Se esperaba en Galicia una marea roja que desbordase el malecón socialdemócrata del PSOE, y así ocurrió por décimas; pero este domingo de precepto electoral deja sobre todo una pleamar de color azul en las urnas. Ese es, como se sabe, el color corporativo del PP de Alberto Núñez Feijóo, que quiso honrar a las encuestas con una mayoría absoluta aún mayor de la que le predecían y tan amplia como ya lo fue hace cuatro años. También el azul marino de En Marea ha impuesto por la izquierda su lógica en este reino con vistas a dos mares.

Por decirlo en términos futboleros, Feijóo, líder conservador tirando a centrista, se ha coronado con un insólito triplete de los que ya no suelen darse en estos nuevos tiempos del multipartidismo. Un éxito no por anunciado menos sorprendente que ni siquiera se funda en vaivenes de la participación electoral. Los que acudieron a votar en Galicia fueron más o menos los mismos que en el año 2012: y tampoco cambiaron gran cosa sus preferencias, salvo en la parte que toca a la banda de babor.

La marea roja, escasa por comparación, se ha redistribuido de manera sustancial. El PSOE sufrió ayer el achuchón de En Marea, con el agravante de que el Bloque no cediese tanto como se pronosticaba. El resultado es que las dos fuerzas situadas a la izquierda de los socialdemócratas de Pedro Sánchez han obtenido seis escaños más que estos. Un dato nada confortador si se tiene en cuenta que hace cuatro años el PSOE excedía la suma de ambos partidos de la izquierda nacionalista.

Tampoco esto es novedad en una Galicia donde ha pasado casi de todo en política, aunque ahora sea noticia significativa para el resto de España. El famoso sorpasso ya se produjo aquí en las elecciones de 1997, hace casi dos décadas, cuando el Bloque liderado entonces por Xosé Manuel Beiras saltó por encima de la coalición formada por el PSOE, Izquierda Unida y Los Verdes.

Se cumplió entonces y ha vuelto a cumplirse ayer la máxima no escrita según la cual los buenos resultados de la izquierda pata negra son, por lo general, una garantía de que los atemorizados votantes conservadores den mayorías placenteras a la derecha.

El dato podría ser de especial utilidad para la política española, que permanece en situación de impasse desde el pasado diciembre.

Las de ayer eran, desde luego, unas elecciones meramente autonómicas que Feijóo hizo coincidir con las del País Vasco; pero no es menos cierto que otras, todavía no convocadas, flotaban en el ambiente. Es decir: las generales que se celebrarán en época de villancicos si los resultados de las más módicas consultas de ayer no sacuden la política de pactos seguida sin éxito hasta ahora.

No es seguro que algo vaya a cambiar. Los socialdemócratas del PSOE reciclados al socialismo infrarrojo por la actual dirección de Pedro Sánchez han sufrido su tercer revolcón en menos de un año; pero ahí siguen, erre que erre. Quizá tengan una idea erótica y festiva de lo que significa la palabra revolcón o acaso sean, simplemente, gente empecinada. El caso es que ni siquiera este último meneo parece bastante para hacerles cambiar de opinión: mayormente si consiguen regatear con el PNV los escaños que Iñigo Urkullu necesita para gobernar en el País Vasco.

De ahí que, más allá de unas meras elecciones autonómicas, las de ayer en Galicia y Euskadi marquen tendencia para el futuro de España. Aunque sus resultados no sean extrapolables a unas generales, sí han dejado claro que la derecha -llámese PP o PNV- experimenta una subida cada vez que la izquierda se radicaliza, como ahora ha ocurrido. Y en el campo de lo que vagamente llamamos progresismo, los que están en alza son los partidos situados más a babor, frente a la caída sostenida (pero ya no sostenible) de los socialdemócratas.

Probablemente la marea azul de Galicia y su resaca roja sean dos buenas noticias para Mariano Rajoy, presidente que ya acumula tres trimestres como interino y aspira a conseguir plaza fija. El sorpasso, o adelantamiento a la italiana, está más cerca de producirse en España de lo que lo estaba antes del domingo. Y a más radicalismo en la izquierda, ya se sabe que mayores son los rendimientos que la derecha obtiene en la Bolsa del voto. O Sánchez se apura a hacer un gobierno de retales, o los idus de diciembre van a ser más duros para él que los de marzo para César.