Cuando se cumplen 50 años del estreno de la genial Plácido, de Luis García Berlanga, las autoridades europeas han decidido parafrasear el eslogan franquista satirizado en la película (Ponga un pobre su mesa) con las entidades financieras: como en 2008 fue insuficiente, hay que convencer a la opinión pública de que los bancos europeos deben ser recapitalizados. Tras negar las advertencias formuladas por la directora del FMI, Christine Lagarde, en el sentido de que era urgente un nuevo reflote bancario (por un valor que oscila entre 100.000 y 200.000 millones de euros), el binomio que dirige Europa, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, considera ahora urgente un saneamiento del sistema financiero continental.

Lo "bueno" viene con los beneficiarios y el método propuesto. Según el nuevo economista jefe del BCE, el alemán Jörg Asmussen, la inyección monetaria debe ser global (tanto en los bancos que tienen problemas como en los que no), para evitar el "estigma". Además, según el presidente de la Comisión Europea, J. M. Durao Burroso, las entidades deben acudir, primero, a los mercados (con reestructuraciones o convirtiendo deuda en capital). Si esa opción falla, serían los gobiernos los que prestarían su apoyo y, si no fuera suficiente, se acudiría al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera.

Y es aquí donde se ve la tomadura de pelo: si tenemos en cuenta el cierre del mercado interbancario (las entidades no se fían unas de otras para prestarse), ¿adivinan quiénes acudirán al rescate de las entidades en peor situación (sea por poseer bonos griegos sin valor -franceses- o activos inmobiliarios depreciados- españoles)? Sí, en efecto: a cambio de salvar a los pobres bancos con "riesgo sistémico", tendremos más recortes y más impuestos de regalo.