Lo que podríamos llamar la galaxia política de Podemos, querida Laila, ha traído tantas alegrías como preocupaciones en su, hasta ahora, corta vida. Porque Podemos es el partido donde anidan diferentes y distintas familias políticas y también una especie de galaxia donde, con las llamadas confluencias, se conforma un conjunto dentro del universo partidario. Esto es lo que en realidad representan los 69 escaños que encabeza Pablo Iglesias en el Congreso. Y esto es lo que, como te decía, ha traído a la vida política española tantas alegrías como preocupaciones. Se alegraron con la galaxia Podemos millones de ciudadanos que no se veían representados en las instituciones o se sentían traicionados; pero también se alegraron millones de demócratas, incluso afines al bipartidismo, que valoraron muy positivamente el regreso o el ingreso de tantos ciudadanos castigados e indignados que no participaban o desertaban de la política misma, hastiados por la alternancia en el poder de una casta que pervirtió y corrompió la política misma, con un coste social y moral altísimo. Se preocuparon, y mucho, por su inmediato futuro los mandarines del modelo bipartidista, muñidores del poder y subalternos de sus mentores, los mercachifles y corruptores, que solo tratan de embridar la democracia y la política misma a sus intereses particulares, así como sus corifeos mediáticos debidamente untados; pero también se preocuparon los ciudadanos ilusionados con una nueva política, conscientes de las enormes dificultades objetivas y subjetivas que hay para, primero, gestionar con acierto, con coherencia ideológica y política y con eficacia un proyecto político plural y participativo y, segundo, para derrotar y separar del poder a los dos partidos alternantes que han moldeado leyes e instituciones, durante casi cuarenta años, para ponerlas al servicio del modelo bipartidista que pretenden eterno.

Con este telón de fondo, querida, no es de extrañar que en el seno de la galaxia Podemos se haya agudizado el debate interno e incluso la lucha política entre las distintas familias, grupos y partidos que la conforman, con el evidente y sano objetivo de hacer prevalecer, cada uno, sus posiciones estratégicas o tácticas. Muy natural si, prácticamente en el primer año de su vida, Podemos entra con fuerza en el legislativo y se ve ya con posibilidades de participar del mismo poder ejecutivo. Nada más emerger este debate interno se producen reacciones propias y ajenas muy significativas y se detectan riesgos que debieran preocupar. La primera reacción del mundo bipartidista y su coro mediático es tildar el debate de crisis en el peor sentido de la palabra, alegrarse de ello y anunciar y presagiar la liquidación misma de Podemos en pretenciosos discursos, que dan cuenta más de sus deseos que de la realidad política que dicen analizar. Auguran la liquidación de Podemos por autodestrucción o reducción a la marginalidad o por pura asimilación a la casta. De ello se alegran pero mas sensato sería verlo como un riesgo para la participación política, que es imprescindible para la salud del sistema democrático. En Podemos, la reacción inicial de sus cuadros fue la de ocultar o minimizar el debate, seguramente como reacción a la hipérbole de sus adversarios, pero deberían entender que esta respuesta, de mantenerse, los equipararía a ellos y, en consecuencia, los desvirtuaría. El riesgo para Podemos no es el debate por duro que sea, sino su ocultación o una mala gestión del mismo que los divida en la acción y en la lucha políticas en que están inmersos.

En todo caso, querida, el fracaso de Podemos hoy solo redundaría en la alegría de la casta.

Un beso.

Andrés