El premio literario Torrente Ballester, instituido por la Diputación de La Coruña en 1989 para trabajos literarios en gallego y castellano, ha quedado reducido este año al idioma vernáculo. Se da la circunstancia de que la mayoría, casi la totalidad de la obra del insigne autor ferrolano, La saga/fuga de J.B., una de las mejores novelas de posguerra, Los gozos y las sombras, ambientada en Galicia, por citar las más renombradas o El Quijote como juego, además de sus ensayos sobre Literatura y Teatro español, están escritas en el idioma de Cervantes. Los gozos y las sombras, llevada al cine, consagró a Torrente Ballester en el mundo de nuestra habla común, universalizó su prestigio y acrecentó en grado superlativo la divulgación de su obra. Reducirlo al vernáculo es cerrar la puerta a tantos autores y cultores del idioma español, patrimonio cultural desplegado por los cinco continentes e importante activo económico. Poner la cultura en manos radicales es empequeñecerse y empequeñecernos. La cultura, así, es la herramienta perfecta para corromper la cultura misma. El titular de la Diputación debe reflexionar sobre el asunto y evitar que cualquier montubio sin recato ponga en almoneda, también la credibilidad de la política. El bilingüismo en Galicia sigue de verbena. Todavía no se ha cambiado el paradigma del todo vale. En este país turbulento, lo de cerrar los ojos, para que no nos vean, no es ninguna tontería. En nuestra oscuridad está nuestra salvación.

Otrosidigo

Mariano Rajoy a lo suyo, en silencio. Aplica la máxima de Cela: "El que resiste, gana". En una sesión parlamentaria, donde la palabra España no era pronunciada por ninguno de los oradores, Rajoy, sin aspavientos, lo hizo 39 veces. En Sanxenxo, le dan la vara con el topónimo, pero no se apea del "Sangenjo" que conoció desde niño. Los lingüicidas querían ir más lejos e idearon "Xanxenso", más allá del Sanxenxo actual que se les antojaba más "galleguizador". Ni en la Dictadura, que se castellanizaron muchos topónimos, se alteró "Sangenjo". Si se hubiera hecho (castellanizar) sería hoy San Ginés. No conviene cambiar la memoria histórica por la memoria de conveniencia.